Qué contraste tan enorme leer sobre las excepcionales cifras de ocupación de los hoteles de Eivissa durante la pasada temporada y, al mismo tiempo, observar el colapso de las oficinas del paro. La isla registra una ocupación media del 77%, tres puntos más que el ya histórico 2012, pero la estacionalidad impide a nuestros trabajadores disfrutar de una calidad de vida decente durante todo el año.
Antiguamente, las ganancias de la temporada eran suficientes para no pasar aprietos, pero, con el tiempo, los emolumentos han ido disminuyendo y ahora no se llega a fin de mes sin la prestación por desempleo. Batimos récords, pero el sistema no puede ser más imperfecto. La realidad es que en noviembre cae el telón y la isla se sume en un estado de hibernación. Las compañías áreas reducen drásticamente sus conexiones, las zonas turísticas se transforman en ciudades fantasma y casi todos los restaurantes y comercios echan el cierre. También ciertos museos y monumentos, pese a que sus gestores políticos son los primeros en abanderar la lucha contra la desestacionalización.
Si por algún milagro un turista viaja a Eivissa fuera de temporada, o alguien le informa de los cuatro reductos que quedan abiertos o la isla acaba contagiándole su depresión. Y todo eso ocurre pese a tener el clima más benigno del continente europeo, una naturaleza envidiable, una gastronomía espectacular, unas playas de agua más cálida que el Cantábrico en agosto y una ciudad que es Patrimonio de la Humanidad.
Durante los fines de semana de noviembre e incluso en pleno invierno, otros destinos mediterráneos próximos, como Benidorm, Málaga o Almería, mantienen unos índices razonables de actividad y en determinadas festividades, incluso llenan. Resulta fácil justificar esta diferencia tan sustancial recurriendo a la manida cuestión insular. Sin embargo, una parte muy importante de sus visitantes son extranjeros y se desplazan en avión. La realidad es que siguen despiertos y conectados al mundo. Y el mundo les responde.
Al mismo tiempo que se publican nuestras fantásticas cifras de ocupación, leo en Hosteltur que el Ayuntamiento de Almería va a rebajar el Impuesto sobre Bienes Inmuebles y el de Actividades Económicas a los hoteles que abren durante todo el año. No es una iniciativa pionera, puesto que ya existen otros lugares en nuestra geografía que compensan a los empresarios que mantienen vivos los destinos. Pero no es el caso de Eivissa y Formentera. Aquí, los negocios perennes no sólo no son premiados con deducciones en los impuestos municipales, sino que además afrontan unas facturas de agua, luz y teléfono descomunales, en comparación con las que reciben las industrias peninsulares.
El problema es que en Eivissa, salvo cuatro gatos, nadie se toma realmente en serio la cuestión estacional. No hay cultura ni interés en abrir todo el año. No peleamos con fuerza por más vuelos, no incentivamos al sector, no generamos campañas de impacto y no ponemos suficientemente en valor lo que tenemos… Sólo falta calificar de románticos e idealistas a quienes abren en invierno. En parte lo son y espero que por muchos años. Se merecen un monumento.
Artículo publicado en el diario Última Hora Ibiza
… Todo lo ke dices es cierto. Desde el año 2000 voy todos los veranos a Ibiza y siempre es lo mismo en la prensa, luchar contra la estacionalidad… Cuando vais a hacer algo de verdad?? Siempre es la misma cantinela pero nadie hace nada, NADIE!!. Yo soy el primero ke iria a la isla fuera de temporada…
Gracias por tu comentario, Pablo. Esencialmente, lo que hace falta es un trabajo de promoción y de vender la realidad de Ibiza en invierno. Hay algunos empresarios que, com gran esfuerzo, mantienen sus negocio abiertos 10 meses e incluso todo el año. Generan suficiente oferta para disfrutar de una escapada a Ibiza en invierno y no aburrirse un segundo, sino todo lo contrario. Lo que hace falta es ponerlos en valor y que otros se sumen a ello, además de potenciar los enlaces aéreos, sin los cuáles el turismo fuera de temporada resulta muy complicado.Saludos