Un mastodóntico proyecto de ingeniería sostiene una parte de la costa más escarpada de Es Cubells, para evitar que unos chalets se vengan abajo. Cabe preguntarse si el mantenimiento de estas segundas residencias justifica el enorme impacto visual provocado.

“Una casa en el paisaje debe mejorarlo y si no lo mejora debe, al menos, asimilarse a él, debe verse lo menos posible” (Glenn Murcutt).

Todo aquel que en el último año se haya asomado al mirador que hay detrás de la iglesia de es Cubells o frente al Bar Llumbí habrá percibido un elemento extraordinariamente disonante en el paisaje; un detalle que no debería de estar allí. En mitad del hipnótico paraje que se extiende hacia el Cap Llentrisca, entre la orilla de ses Boques y la de es Niu de s’Àguila, el acantilado pierde su característica tonalidad, que oscila entre el gris y el beig, para adquirir de forma brusca un intenso y artificioso color almagre. Parece como si alguien hubiese arrojado toneladas de pintura plástica colina abajo, desde la carretera de entrada a la urbanización Los Parques, tiñendo el precipicio hasta la misma orilla del mar.

Al descender desde el templo y adquirir una mejor perspectiva, se descubre que no solo existe un tramo tintado, sino dos, separados por una escalera con ocho peldaños de tamaño colosal, que ha sustituido por completo este tramo del despeñadero. A lo ancho, a nivel del mar, los tres fragmentos se extienden por una superficie de entre 50 y 70 metros, o incluso más. Se trata de una intervención inaudita, con un impacto visual inconcebible en el siglo XXI, cuando se supone que la costa es un bien de propiedad pública altamente protegido.

Si alguien se pregunta si puede reconstruirse un risco por completo, basta con echarle un vistazo a esta zona para responder afirmativamente. Únicamente se requiere dinero a espuertas y un ambicioso proyecto de ingeniería que lo haga posible. El interrogante del título, por tanto, no va orientado hacia la ciencia sino hacia la ética. ¿Puede coserse un acantilado?

Las autoridades han dicho que sí, pues semejante mamotreto, al parecer, cuenta con el beneplácito de Costas y tal vez de alguna otra administración. Sin embargo, que aparezcan toda clase de apéndices autorizados en la costa ibicenca, para uso y disfrute de los propietarios de chalets, dejó de ser motivo de asombro hace mucho.

Dicho acantilado artificial sostiene una enorme vivienda; la primera que hay tras la garita de vigilancia que cierra el paso a los viandantes, pese a la condición pública que tiene esta vía. La casa quedó gravemente agrietada después de la tormenta de agosto de 2017. Tras aquella jornada, la urbanización permaneció incomunicada durante semanas, el acceso a la orilla de ses Boques se derrumbó y más de 60 personas tuvieron que ser evacuadas por mar, entre otras consecuencias. De forma milagrosa, pese a los desprendimientos y las rocas enormes que cayeron encima de algunos chalets, atravesando sus forjados, no hubo que lamentar víctimas.

Sin la intervención ahora realizada, el inmueble se habría venido abajo y probablemente habría sucedido lo mismo con otro situado a su lado. En ambos fragmentos almagre, una tupida y resistente malla metálica, cosida con acero al precipicio, sostiene el terreno original. En la parte central, ocho escalones hechos a base de piedras y hormigón lo sustituyen. Están asegurados con grandes piezas metálicas en forma de “X”, que a su vez sujetan otra malla de tela metálica. Cada desnivel se supera mediante un tramo de escalera que conduce hasta la casa y los terraplenes incluso se están ajardinando. La única expresión que surge cuando se observa esta intervención, especialmente desde la orilla, es “qué barbaridad”.

¿Evitar el resquebrajamiento y la demolición de un par de segundas residencias de lujo justifica el engendro? ¿Deben las autoridades salvar estos inmuebles a costa de lo que sea, a pesar de que cuando fueron construidos ya se sabía que tenían muchas posibilidades de acabar rodando por el acantilado? Y lo más importante: ¿En el futuro se concederá la misma solución a otros chalets que corren idéntico peligro, transformando aún más la costa de es Cubells en un paisaje artificial?

Habrá opiniones para todos los gustos, pero hay algo que nadie puede discutir: en Ibiza, con dinero, puede llevarse adelante prácticamente cualquier cosa.

Ruleta rusa urbanística

La urbanización Los Parques de es Cubells es una de las zonas residenciales más exclusivas de Ibiza y, al mismo tiempo, polémica. Iniciada hace más de medio siglo por unos inversores franceses, posee un largo historial de deslizamientos que ha acabado arruinando diversas propiedades. Ningún ibicenco en su sano juicio habría construido allí su vivienda y desde hace décadas son muchos los vecinos que apuestan por cuándo ocurrirá la catástrofe.

Artículo publicado en El Dominical de Diario de Ibiza. Es parte de mi ‘Imaginario de Ibiza’