Como suele ser habitual, a las primeras de cambio, los buenos deseos institucionales para el año nuevo acaban dándose de bruces con la realidad. En estos días han aflorado dos claras incongruencias en las que además llueve sobre mojado. Constituyen sendos ejemplos de la falta de eficacia de las administraciones a la hora de establecer prioridades en la solución de problemas y de la falta de transparencia que ellas mismas predican en un discurso recurrente no exento de contradicciones.
El primer caso atañe al aeropuerto de Ibiza y la manifiesta incapacidad o falta de voluntad de sus responsables –no sé qué es peor–, para solucionar los atascos surrealistas que registran sus accesos de tráfico. Cualquiera que en verano haya conducido hasta la terminal ibicenca conoce el problema: frente a ella hay una obstrucción permanente provocada por los coches que se detienen para que sus allegados desciendan y descarguen sus maletas, ya que solo pueden hacerlo en mitad del carril de circulación.
En Ibiza resulta imposible hallar un problema que cause tantos inconvenientes a residentes, turistas y a la imagen de la isla, y que, paradójicamente, tenga tan fácil resolución. Pese a disponer de espacio suficiente para albergar tres carriles de acceso para vehículos particulares, este área del aeropuerto solo dispone de uno realmente operativo: el de circulación. A su derecha, otro de estacionamiento interrumpido por una cafetería que, inexplicablemente, a alguien se le ocurrió plantar en mitad del asfalto. Y a continuación, un tercer carril destinado a ejercer como terraza de este peculiar negocio –cerrado, por cierto, desde hace tiempo– y aparcamiento para motocicletas. Si, al igual que ocurre en tantos aeropuertos españoles, se dedicaran estos tres carriles a los coches que descargan pasajeros de forma rápida, el asunto quedaría zanjado.
La incongruencia radica ahora en que el Aeropuerto va a invertir 12,7 millones de euros en la construcción de dos nuevos edificios de aparcamientos y la modificación de sus accesos y, sin embargo, no se ha planteado arreglar este asunto. Una de estas nuevas construcciones estará situada en el actual parking, que pasará a tener dos plantas y una zona de estacionamiento exprés. La otra se ubicará junto al edificio destinado a los coches de alquiler. Al final, el aeropuerto incorporará unas 800 nuevas plazas. Pese a la importancia de la inversión, el jaleo y las molestias que generará dicha obra, los atascos permanecerán, pues el proyecto, según se deduce de la información hecha pública por Aena, ni los menciona.
No sé ustedes pero, incluso en pleno verano, nunca me he visto sin plaza en el parking de la terminal y, en cambio, he sufrido un embotellamiento cada vez que he ido a dejar o recoger a alguien sin bajarme del coche. Qué sentido tiene, además, levantar dos nuevos edificios que sin duda supondrán un nuevo impacto visual en el entorno de un parque natural, cuando hay un parking completamente vacío junto a la terminal vieja, a tres o cuatro minutos a pie, donde se puede derivar el tráfico en el hipotético caso de llenazos puntuales en la actual área de estacionamiento. Y lo mismo puede aplicarse a los vehículos de alquiler.
La segunda incongruencia está relacionada con la multa de casi 50.000 euros y dos meses de cierre impuestos por el Ayuntamiento de Sant Antoni a un local de copas de la costa de Ses Variades. Dicho establecimiento ha utilizado de forma reiterada una instalación musical no declarada en el estudio acústico, además de no disponer de seguro de actividad y provocar molestias a los vecinos. También ha superado el aforo permitido por las restricciones de la pandemia y ha dejado que los clientes permanezcan bailando y sin mascarilla.
La crítica, obviamente, no responde a las sanciones impuestas, sino a la persistente falta de transparencia en las multas a los locales de ocio. Al igual que hacen los otros consistorios, muy especialmente el de Sant Josep, el de Portmany no ha informado de a qué local se aplica este correctivo. A veces, sin embargo, nos acabamos enterando y este bar, por cierto, hoy sigue abierto y anunciando fiestas.
Que haya establecimientos que generan constantes molestias y que luego, cuando se les sanciona, se hurte dicha información a la opinión púbica constituye una censura inexcusable. Lo mismo ocurre con las licencias o permisos especiales que amparan las actividades de ocio y de los que no se informa ni los vecinos, ni a otros establecimientos que sospechan de competencia desleal ni tampoco a los medios de comunicación que lo requieren. ¿Por qué no se aplica la tan cacareada transparencia a estas cuestiones? Constituye un injustificado afán de proteccionismo a determinados negocios que atenta contra el interés público. En Ibiza, en este 2021 que acabamos de estrenar, todo sigue igual.
Artículo publicado en las páginas de Opinión de Diario de Ibiza