Que haya policías involucrados en los grupos de delincuentes que proliferan por Ibiza ya comienza a vislumbrarse como un patrón que nos pone los pelos como escarpias. Primero fue la investigación de Amnesia, que culminó con la imputación de sus gestores y donde también afloró la presencia de ex agentes de las fuerzas de seguridad. La operación la desarrollaron investigadores venidos de fuera, que no informaron a sus homónimos pitiusos y además custodiaron todas las pruebas y documentación en una habitación del cuartel de Can Sifre, a la que cambiaron la cerradura. Inenarrable.

El serial continuó con la desarticulación de una supuesta banda de traficantes de armas que operaba desde una mansión de Caló d’en Real. Mientras se paseaban por la isla con lamborghinis, exportaban cientos de miles de Kalashnikov y carros de combate a Sudán del Sur, país en guerra permanente donde la población civil es masacrada a diario. En la isla también aprovechaban para dedicarse a las extorsiones y su expeditiva política de amedrentamientos, en la que participaban ex militares de las fuerzas especiales, debió de surtir efecto. La investigación expuso que al menos diez hombres de negocios de la isla, la mayoría constructores, fueron víctimas de sus presiones y sólo uno se atrevió a denunciar. También en este caso había un agente involucrado: un policía local de Sant Josep que, al parecer, proporcionaba apoyo logístico, información y hacía gestiones a cambio de dinero. Bochornoso.

Ahora hemos sabido que en la operación policial más reciente, ocurrida en Port des Torrent y donde se detuvo a seis personas, también hay un guardia civil de por medio. Esta banda se dedicaba supuestamente a perpetrar robos en casas y el agente arrestado, según los investigadores, participaba activamente. En un principio, la Benemérita les acusó de treinta robos y en la vivienda registrada hallaron objetos de valor probablemente sustraídos, así como drogas y billetes falsos.

Esta tercera operación fue la única en la que participaron efectivos pitiusos. Pese a las expectativas que inicialmente se trasladaron a los medios de comunicación, en cuanto se condujo a los detenidos al juzgado, todos fueron puestos en libertad y de esos 30 robos, de momento, sólo se les atribuye uno. Dicho suceso, además, tuvo lugar en una fecha en que tres de los acusados, según han declarado, se encontraban fuera de la isla. El guardia detenido, pese a quedar en libertad con cargos, ya se ha reintegrado al servicio activo. De vergüenza.

Para mayor bochorno, Diario de Ibiza revelaba estos días que la puesta de sol de Benirràs concentra a 3.000 personas y más de 1.000 automóviles en tan diminuto recodo, donde además se desarrollan espectáculos de fuego y pirotecnia junto al mismo bosque que ardió en 2010, provocando una de las mayores catástrofes que se recuerdan en la isla. Una ratonera hipersaturada que, sin embargo, a juicio de las autoridades competentes, no requiere del menor operativo policial que garantice una mínima seguridad para la marabunta. Y ahí siguen también esos vecinos de casas aisladas ‘apatrullando’ los caminos de Corona, mientras la epidemia de robos no sólo no remite sino que se agrava. Indescriptible.

Ante semejante panorama, no he tenido más remedio que regurgitar aquel artículo del director insular de la Administración del Estado, publicado el 17 de julio en este mismo periódico, tras la operación Amnesia. En él trataba de justificar –con escaso éxito–, el secretismo y aislamiento informativo que los investigadores foráneos aplicaron respecto a sus colegas pitiusos. Una de las frases insólitas de aquella extensísima tribuna negaba que en nuestros cuerpos policiales existiera el menor atisbo de connivencias con intereses espurios. Incluso afirmaba sin ambages que “la seguridad de nuestras islas está a niveles muy altos”. Yo desconozco en qué realidad paralela habita este señor, pero no es la misma Ibiza que el resto de residentes nos desayunamos todos los días.

Estoy convencido de que muchos policías y guardias civiles realizan su labor con honestidad y a veces incluso más allá de los límites del deber. Sin embargo, parece evidente que no se puede seguir en esta línea de que en cada operación anti delincuencia que se desarrolla en la isla aparezcan agentes involucrados. Y lo mismo puede decirse de la percepción de inseguridad permanente que se respira en el campo o de esas turbas perfectamente previsibles que se generan sin el menor control ni vigilancia. Además de escribir tribunas, algo habrá que hacer.

Artículo publicado en las páginas de Opinión de Diario de Ibiza