Hace ya un par de semanas que los partidos políticos pitiusos se han lanzado sin frenos por la pendiente de las propuestas electorales. En función de si se dedican a emponzoñar lo ajeno o vanagloriar lo propio, nos venden una Ibiza apocalíptica o la tierra prometida. La contradicción radica en que, pese al constante chirimiri de imaginería populachera que nos va calando, hay asuntos de extrema trascendencia por los que se pasa de puntillas o directamente se ignoran. Una coyuntura que denota falta de estrategia y corta visión de conjunto. Que no duden los aspirantes que nos damos perfecta cuenta.

De entre la catarata de propuestas que fluye por este maná se conjugan ideas prometedoras con castillos en el aire; extravagancias que constituyen, para quien las alumbra, un zarpazo en la credibilidad mucho más mortífero que el que pertrechan los rivales. En este totum revolutum de astracanadas y contados fogonazos de ingenio hemos oído de todo: creación de compañías aéreas públicas –propuesta que incluso llega por duplicado–, descentralización de la Agencia Tributaria Balear, construcción de auditorios y paseos marítimos, rehabilitación de caminos rurales, servicios públicos mancomunados, reducción de tasas aeroportuarias para líneas de bajo coste, museos flotantes a bordo de barcos históricos, impugnación de las elecciones por desequilibrio en el reparto de escaños… Que cada cual separe el grano de la paja.

Al tiempo que detonan su batería de propuestas, nuestros púgiles de la ideología experimentan una contagiosa fiebre epistolar. Hacía tiempo que no atisbábamos en la prensa de Ibiza semejante aluvión de columnas y artículos de opinión, en los que se alterna el mismo repertorio de ideas felices con ganchos a la mandíbula del contrincante y en los que, sin embargo, determinada actualidad parece importar un comino. Nadie se sale del plan preconcebido. No hay cintura con el presente.

Es como si tuviésemos que ver normal, incluso cotidiano, que una tropa de encapuchados acceda al bar de una asociación de vecinos y allí, en pleno Celta-Real Madrid, aplique un brutal correctivo a un compatriota con barras de hierro. O que una banda de mafiosos con sede en Amberes sea desarticulada cuando pretendía trasladar a la isla una red de prostitutas de entre 15 y 20 años, para hacer la competencia a las que sin duda ya operan entre nosotros y de las que no sabemos nada.

Incluso que un miembro de nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad esté siendo juzgado por levantarle el efectivo a una pareja de turistas que intercambiaba insultos en una habitación de hotel. Hasta hemos sabido de guardias detenidos por estafar y robar a secretarios de jeques árabes, de agentes que amedrentan a okupas en connivencia con propietarios de inmuebles, de uniformados que se apropian de droga incautada para revenderla y de policías pluriempleados que fuerzan cajas fuertes de millonarios. Por no hablar del hediondo caldo de cultivo que generan ciertos tejemanejes en determinados cuerpos locales de seguridad.

El tiempo se diluye y en Ibiza seguimos sin tener la más remota idea de quiénes manejan los hilos de la producción y el tráfico de drogas. Nadie se plantea meter la mano en el avispero, pese a las consecuencias dañinas de esta actividad para los jóvenes y nuestra imagen como destino turístico; la única industria que nos alimenta. Ídem con las mafias internacionales, que antaño venían a Ibiza a correrse juergas y tumbarse a la bartola en los chiringuitos, mientras que hoy se camuflan entre la población flotante para blanquear capitales en el sector inmobiliario, organizar orgías multitudinarias para turistas potentados e ir incorporando a su cartera múltiples negocios de la isla, tanto legales como ilegales. Qué decir también de los robos y atracos que continuamente se perpetran en viviendas y chalets.

¿Nadie va a incluir en su propuesta electoral una estrategia clara y rotunda orientada a reducir los índices reales de delincuencia? ¿Ningún candidato va a exigir el asentamiento de equipos policiales especializados que pongan rostro, de una vez por todas, al organigrama del hampa? ¿Ni un solo partido se va a comprometer a combatir la corrupción policial y dotar de medios a los funcionarios que sí realizan una labor encomiable? ¿Quién diseñará una estrategia de seguridad que atisbe más allá de la venta ambulante y el menudeo callejero? Bajo mi punto de vista, quien no tome en consideración estas cuestiones, no tiene autoridad moral para hablar de imagen turística, cambio de modelo, etcétera. Aún queda tiempo, pero las expectativas, de momento, escasean.

Artículo publicado en las páginas de Opinión de Diario de Ibiza