Muchos de ustedes se acordarán del incidente de Palomares, en 1966, y del famoso baño de Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, con las bermudas sobaqueras. Cuatro bombas termonucleares se precipitaron sobre la costa de Almería, tras la colisión aérea de un bombardero y un avión cisterna del ejército norteamericano. Aquel chapuzón surrealista sirvió para demostrar la inexistencia de radioactividad en la zona –que luego se demostró falsa–, y la ausencia de peligro para los bañistas. Aunque aún no había nacido, recuerdo la escena porque constituye una de las imágenes icónicas de la España yé-yé y nos la han proyectado hasta la saciedad.
Esperaba yo que el presidente del Govern balear, José Ramón Bauzá, repitiera la hazaña la semana pasada y se deslizara sobre las mansas olas de Talamanca, cual grácil sirena, para así atestiguar que ya no hay tropezones flotando en la bahía y que los turistas pueden chapotear sin temor a erupciones ni urticarias. Bauzá, sin embargo, decidió privarnos de tan histórica postal y dejarnos con la miel en los labios, al acudir con el traje de faena, el pin de presidente y la perenne dosis de gomina.
A cambio, el mandatario nos dejó una promesa: la inminente publicación de la licitación de la depuradora de Vila, con un presupuesto de 40 millones de euros, por parte del Gobierno de Madrid. Eso se traduce, según conjeturó, en que a finales de 2015 puede adjudicarse el proyecto y la obra. Esta instalación es el paso previo a la construcción de un nuevo emisario que impida más vertidos fétidos en la playa. En fin, que podemos dormir tranquilos. Si los cálculos son ciertos y tenemos en cuenta que el plazo de ejecución de las obras es dos años, el asunto podría estar ventilado a finales de 2017; palmo más palmo menos. Claro que vistas las dotes de clarividencia del presidente con el asunto de la radioterapia, aún inconcluso, la mierda puede seguir flotando en Talamanca hasta más allá del 2020.
La otrora belicosa conselleria de Medio Ambiente del Govern incluso ha lanzado las campanas al vuelo y ahora apuesta por calificar como “urgente” la sustitución del emisario, lo que reduciría el vía crucis burocrático a la mitad. Menudo contraste si nos retrotraemos a hace tres meses, cuando el conseller Gabriel Company exhibía una cerrazón insólita a vincular el término “emergencia” a esta infraestructura fallida, que no sólo contamina las aguas sino también la imagen y la economía de la isla. Y todo ello, pese a las insistencias de la alcaldesa, el presidente del Consell y la oposición en bloque. Nada como verle las orejas al lobo electoral para encontrar justificación a lo que antaño eran quimeras.
No fue el único regalito que llovió de Mallorca la semana pasada. A buen seguro que la proximidad del sufragio tampoco tuvo nada que ver, pero el caso es que nos anunciaron que, por fin, “se ha acordado la firma de un convenio” para la apertura del centro de interpretación de Ses Salines. Si tiramos de moviola, recordaremos que el proyecto se sacó a concurso en 2005 y que la instalación está terminada desde hace ya dos años. Eso incluye la exposición permanente, que refleja la historia de la sal de Ibiza y del Parque Natural, y que probablemente estará cubierta de telarañas. En dos años no han querido abrirla y ahora, a dos meses del desembarco de Normandía, nos venden un armisticio sin fecha en vez de proceder a detonar las salvas inaugurales, que sería lo mínimo exigible tras tanta espera e incumplimiento. Asunto, por cierto, también por obra y gracia del Sr. Company.
La última perla nos ha venido en formato informe sobre los precios de los billetes aéreos en las islas, que también ha encargado y difundido el Govern. Según dicho documento, las tarifas han descendido un 12,6% en los últimos seis años, conclusión que a quienes viajamos con asiduidad nos suena a tocomocho y estampita. La asociación de consumidores y las patronales de Balears le han dedicado calificativos como “tomadura de pelo” e “insulto para los residentes”. Que en Ibiza, que estamos hartos de quejarnos de la carestía y los abusos de las tarifas aéreas, nos vengan ahora con estas, constituye un despropósito y una falta de visión política exasperante.
La próxima, señor Bauzá, zambúllase usted y, de paso, dedíquele unas ahogadillas en broma a Vicent Serra. Al estilo del estrangulamiento ficticio del presidente del Eurogrupo, Jean Claude Juncker, a nuestro ministro de Economía, Luis de Guindos, cuando el fantasma del rescate sobrevolaba España cual cernícalo ratonero. Portada asegurada en la prensa nacional; se lo garantizo. Su perfil apolíneo, en contraste con las tetillas flácidas de Don Manuel, le habría reportado muchos más votos que este repertorio de vaguedades y castillos en el aire. Hoy por hoy no resultan demasiado creíbles; ni los suyos ni los de nadie.
Artículo publicado en las páginas de Opinión de Diario de Ibiza