El 26 de marzo de 2014 –acaba de hacer un año–, el Consell Insular presentó uno de los proyectos más ambiciosos e impactantes de la legislatura: el Plan Especial de Protección de Ses Feixes, que afectaba a una extensión de terreno de 80 hectáreas e incorporaba la zona próxima a Jesús. Su objetivo, devolver a la vida a esta red única de canales, acequias y compuertas, de origen musulmán, que antaño configuraba un paisaje inédito, con pequeñas parcelas de cultivo que ejercieron como despensa de la ciudad hasta mediados del siglo pasado.

Cuando aquel anuncio se produjo, me pareció de justicia dedicar un artículo a felicitar a los técnicos y políticos vinculados al proyecto, y relatar los pormenores del mismo. Proponía, entre otras acciones, recuperar el sistema hídrico con agua procedente de la nueva depuradora y crear un centro de interpretación para visitantes, un área de investigación, rutas turísticas, actividades de avistamiento de aves, una laguna y un aparcamiento para usuarios. En definitiva, un gran proyecto a favor del patrimonio, que, según plantearon desde el Consell, podía culminar con su integración en la declaración de Patrimonio de la Humanidad.

Sin embargo, transcurrida aquella rueda de prensa, Ses Feixes volvieron a sumirse en el olvido. Nadie volvió a mencionarlas hasta hace unos días, cuando el principal impulsor del proyecto, el presidente del Consell, se declaró partidario de urbanizar parcialmente este entorno singular y protegido, aprovechando la reciente anulación del Plan de General de Ordenación Urbana de 2009. Esta coyuntura deja resquicio suficiente como para abrir un melón que ya parecía muerto y enterrado.

Las manifestaciones de Vicent Serra han dejado patidifuso a más de uno,dado el contraste entre el proyecto proteccionista de hace un año y la posibilidad reciente de “permitir una urbanización mínima que se compense con la rehabilitación de la zona”.El presidente justifica este giro en el inviable coste institucional que implicaría recuperar Ses Feixes, una“realidad”que no nos trasladaron el día en que se vendió tan grandilocuente y esperanzador plan.

La alcaldesa de Vila, Virginia Marí, que es quien ostenta las competencias, se ha negado a discutir el asunto antes de las elecciones y también ha manifestado sorpresa: “No sé por qué el presidente ha hecho estas manifestaciones”. La contrarréplica de Serra ha sido matizar que sus palabras son fruto de “una opinión personal”, para luego añadir que está preocupado por la posible imputación de la alcaldesa por el asunto del emisario, circunstancia que podría afectar a sus aspiraciones a encabezar la lista electoral de su partido a Vila.

Desentrañar la mente de los líderes de la actualidad pitiusa constituye un reto imposible, así que no queda más remedio que recurrir a la hemeroteca en busca de pistas. La más interesante aparece en forma de artículo. Lo firmaba Francisco Vilás en este periódico el 3 de marzo de 2011, bajo el título “Érase una vez Ses Feixes”. En él, el autor definía a los mandatarios pitiusos de entonces como “señores congelados en el tiempo, como si docenas de Dorian Grays se tratase” y les calificaba de “villanos” y “gente que se cambia de chaqueta y de palacio según sopla el viento”. El articulista no aclaraba si escribía en calidad de propietario afectado por la protección de Ses Feixes o sólo como simpatizante de la causa, pero exigía compensaciones con palabras graves.

Desconozco si el presidente ha estado “tostando sobrasada junto al fuego y tomando algún vasito de vino payés”, que es lo que le gusta hacer con sus amigos, según su biografía de la web del Consell. Tampoco si al calor de la chimenea se le ha arrimado a susurrarle al oído su amigo declarado Francisco Vilás –recordemos la disputa e intercambios posteriores de WhatsApp, cuando el asunto de los ovarios presentes y los cojones ausentes en plena negociación del Cetis–. En cualquier caso, que el tema de urbanizar Ses Feixes salte a la palestra, en estos precisos instantes, resulta cuanto menos perturbador. Lo que no implica, sin embargo, que los propietarios afectados tengan parte de razón y haya que buscar la forma de compensarles.

Quienes nos dedicamos a escribir sobre los atractivos turísticos de Ibiza, siempre nos referimos a Ses Feixes con la boca pequeña. Reconocemos su importancia patrimonial, pero nos da vergüenza recomendárselas a alguien porque hoy únicamente constituyen un vertedero pestilente. Espero que el Consell reconsidere una vuelta a su propio plan de hace un año; el mismo que despertó admiración e interés. Tal vez sea costoso, haya que planificarlo por fases y nuestras instituciones deban remover cielo y tierra para financiarlo, pero hay un camino a seguir.

Artículo publicado en las páginas de Opinión de Diario de Ibiza