Cansancio, descamación en la piel, infección por hongos en la boca, pérdida del gusto, alteraciones dentales, dificultades para tragar y respirar, diarrea, náuseas y vómitos, pérdida del apetito, molestias para orinar… Este rosario de efectos secundarios son algunos de los que suelen padecer las personas sometidas a un tratamiento por radioterapia. Se suman a la intensa angustia, dolores y demás síntomas que el cáncer, en sí mismo, provoca en quienes lo padecen.
Basta con meterse en la piel del familiar o el amigo enfermo para vislumbrar que un viaje, en esas condiciones físicas y psicológicas, constituye una tortura. También representa un lastre económico para los familiares que lo acompañan y un penoso agravio comparativo con respecto al resto de ciudadanos del país, que viven esa etapa de la enfermedad en la intimidad de sus hogares.
Me resulta bochornoso y lacerante pensar en los ibicencos que estos días pasados volaban a Palma, camino del tratamiento, abrían el periódico y se daban de bruces con las noticias que relataban la incapacidad de sus representantes políticos para alcanzar un simple acuerdo conjunto de exigencia al Govern para instalar, por fin, servicio de radioterapia en el nuevo Hospital de Can Misses. Si los titulares ya resultaban insólitos, las sensaciones generadas por una lectura profunda del texto sólo podían calificarse de deprimentes y vergonzosas.
La iniciativa fue presentada en el Parlament por el PSOE, quien, por cierto, no se tomó la molestia cuando gobernaba. Lo hizo, además, a instancias del Movimiento Pitiuso Pro Radioterapia, que ya ha mostrado su indignación por la falta de quorum. Cuando parecía que por fin los dos partidos iban a alcanzar un acuerdo ante un tema indignante y de absoluto consenso entre la sociedad pitiusa, la negociación se fue al traste, para bochorno de todos y regocijo de los parlamentarios mallorquines. Éstos siguen acumulando argumentos para seguir considerándonos, como vienen haciéndolo históricamente, una cuadrilla de cándidos.
El PP ibicenco exigió, y no es broma, que esta petición fuera acompañada por el término “si es posible”, asociado a la disponibilidad presupuestaria. Pura vaselina verbal, cuando lo que exige la receta es contundencia y agallas, y sonrojar a quien haga falta ante la injusticia que padecen los enfermos pitiusos. Que socialistas y populares fueran incapaces de estrecharse las manos y que el dilema, además, partiera de semejante matiz, no sólo es surrealista, sino que demuestra la catadura moral y la falta de sensibilidad de quienes tienen la obligación de velar por nuestros intereses, especialmente cuando afectan a los que sufren.
Al día siguiente, tras la lluvia de críticas, el presidente del Consell, Vicent Serra, que paradójicamente es médico, vinculó su futuro político a que los ibicencos tengan servicio de radioterapia en 2014. Bienvenido sea el compromiso si resulta efectivo, pero la nauseabunda sensación dejada en ese enfermo camino de Palma y en los pitiusos en general, no tiene vuelta de hoja. Por favor, que no vuelva a ocurrir. Y ante las imposiciones de Mallorca, más coraje y menos vaselina. Los ibicencos están por delante de luchas de egos e intereses partidistas. Piensen primero en los ciudadanos, “si es posible”.
Artículo publicado en Última Hora Ibiza