Un par de meses antes de las elecciones autonómicas, propuse que el entonces presidente del Govern balear, el popular José Ramón Bauzá, se deslizara sobre las aguas mansas de Talamanca, cual grácil sirena, para demostrar que la orilla de esta playa antaño paradisíaca se encontraba libre de deyecciones. Un gesto para la posteridad al estilo del chapuzón de Fraga Iribarne en Palomares, con la bermuda sobaquera, en los sesenta.
Es comprensible que Bauzá no siguiera el ejemplo del extinto fundador de su partido. Duele reconocerlo pero, hoy por hoy, yo mismo prefiero zambullirme junto a una bomba termonuclear que poner el empeine a remojar en las aguas fétidas de Talamanca. Allí nadie sabe con exactitud cuando amerizará la siguiente ola de mierda pero, aunque ya no ondee la bandera roja, todo el mundo da por sentado que volverá a ocurrir y puede ser en cualquier momento.
Bauzá, decíamos, se hizo la foto con los empresarios y vecinos y se los cameló para que pospusieran su intención de denunciar a la conselleria de Medio Ambiente del Govern, responsable de la depuradora y del emisario que generan los vertidos infectos. Un error que la plataforma de afectados, vista la situación, ha decidido corregir en lugar de seguir profiriendo amenazas estériles. Sin embargo, han extendido su amenaza judicial a las instituciones pitiusas, decisión más difícilmente comprensible.
Con el cambio de Gobierno, toda vez que la cuestión ‘Talamanca’ se había convertido en una de las principales armas arrojadizas electorales, esperábamos un vuelco instantáneo a la situación. Todos los partidos ibicencos, sin excepción, se habían comprometido públicamente a impulsar una solución eficaz y rápida ante este desastre ecológico y turístico. Pero con Mallorca hemos topado (de nuevo).
Una vez que la alianza progresista tomó el Govern y rebuscó en los cajones y bajo las alfombras, descubrimos que las promesas de Bauzá y de su conseller de infausto recuerdo, Biel Company, no eran más que parloteo de vendedor de feria; puro humo. La obra de sustitución del emisario, pese a la insistencia desesperada de las autoridades pitiusas, no sólo no fue acelerada por el PP, sino que ni tan siquiera comenzó a tramitarla y, en el impasse, se perdieron unos meses preciosos. Resulta inaudito, de hecho, que ahora el ex presidente del Consell, Vicent Serra, tenga redaños como para alzar la bandera de Talamanca y proclamar críticas a los cuatro vientos, en lugar de adoptar la táctica del avestruz. Al ciudadano, la indolencia de Mallorca ante desastres pitiusos tan significados no se le borra fácilmente de la memoria.
En cualquier caso, superadas las elecciones y proclamado un nuevo Govern, esperábamos un golpe de timón inmediato desde Medio Ambiente. Pero hemos tenido que volver a ver a nuestros representantes pitiusos hacer de pedigüeños e ir a Mallorca a mendigar obviedades. Y ni por estas. Primero nos dijeron desde Vila que el nuevo emisario no estaría antes de 2017 y, ahora, el conseller de Medio Ambiente, Vicenç Vidal, nos lo fía para a partir de 2019. O sea, al menos cuatro veranos más soportando contaminación y peste.
Si Bauzá, al que se podía presionar de forma directa desde Ibiza, no nos hizo caso, qué podemos esperar de un conseller que pertenece a un partido sin ramificaciones pitiusas llamado ‘Mes per Mallorca’. El nombre ya se las trae. Desde un punto de vista semántico, incluso podemos traducirlo en ‘Menos para el resto’ (Ibiza, Menorca y Formentera).
Afirma Vidal que, hoy por hoy, la sustitución del emisario es una obra declarada de “urgencia” y que por eso tendremos que esperar hasta 2019. Si el cambio de tubería llega a calificarse de “normal”, no lo atisbamos en tres generaciones. El conseller, de momento y pese a las reiteradas peticiones que le llegan desde Ibiza, se niega en redondo a declarar la obra de “emergencia” y adelantarla hasta 2017, salvo que los técnicos le indiquen lo contrario.
Alguien debería explicarle al señor Vidal que estamos ante una decisión política y no técnica, pero lo más probable es que ya lo sepa y se la traiga al pairo. Talamanca, geográficamente, cae muy lejos de su Esporles natal. Eso sí, Vidal se ha comprometido a sustituir la brida del emisario, que es ese anillo de acero que se atornilla en el extremo de una manguera para sujetarla al grifo, pero a tamaño gigante. Demos gracias. Al conseller, por lo menos, le asesoran Pepe Gotera y Otilio.
Si a alguien le urge un referéndum es a los ibicencos; mucho más que a los catalanes, pero para independizarnos de Mallorca. Me atrevería a asegurar que el resultado no sería tan ajustado.
Artículo publicado en las páginas de Opinión de Diario de Ibiza