De entre los 86 consejeros y ejecutivos que tuvieron en sus manos una tarjeta ‘black’ de Caja de Madrid, hay tres héroes que han pasado desapercibidos y que realmente son dignos de admiración. La inmensa mayoría utilizaron esta suerte de lámpara de Aladino para derrochar cantidades astronómicas de dinero en juergas, lencería fina, masajes con final feliz y vacaciones de lujo –también en Ibiza–. Así, dilapidaron más de 15 millones de euros, que nunca incluyeron en sus declaraciones de la renta. El término “casta”, popularizado por la gente de Podemos y que en cierta medida chirría, sí parece concebido para definir a esta ristra de sinvergüenzas. Dicen los gurús de la comunicación que las buenas noticias no venden. Deduzco que será por eso que nadie ha subrayado con suficiente énfasis que, entre aquel grupo de consejeros armados con tarjetas ‘black’, hay un sindicalista de UGT –Félix Manuel Sánchez Acal–, y dos ejecutivos de la caja de ahorros –Íñigo María Aldaz Barrera y Esteban Tejera Montalvo–, con gasto cero. Pese a recibir idéntica patente de corso, nunca sucumbieron a la tentación y su actitud, de alguna forma, alumbra un rayo de esperanza para la raza humana. Aún sigo esperando a que alguien recoja su testimonio y podamos averiguar por qué renunciaron a semejante privilegio. En cualquier caso, es un alivio que todos estos escándalos que actualmente sacuden España no hayan salpicado a Ibiza y que nuestros políticos, sindicalistas y empresarios no se hayan visto envueltos por el manto pestilente de la corrupción nacional, cuyas ramificaciones sí alcanzan a otros muchos territorios, algunos muy próximos. Imagino que para compensar e impedir que nos relajemos, los gobernantes pitiusos nos están obsequiando con un año cargado de tropiezos políticos, entre los que destaca el hilarante sainete acontecido en el Ayuntamiento de Eivissa y otras meteduras de pata sonrojantes, como la surrealista campaña de marketing turístico financiada por el Consistorio de Sant Antoni, que en un alarde de síntesis podríamos situar bajo el slogan “Sant Antoni mata”. Digno todo del mejor Berlanga. Lo más sorprendente es que, pese a la inminencia de las elecciones –de las que ya sólo nos dista medio año–, algunos no estén dispuestos a levantar el pie del acelerador y continúen ingeniándoselas para sobresaltarnos una semana tras otra. La penúltima ha sido la descarada maniobra del equipo de gobierno de Sant Antoni, para que sus ediles sin dedicación exclusiva cobren la misma retribución que el juez les ha denegado por sentencia. El truco consiste en sustituir su salario por dietas de asistencia a las reuniones de la Junta de Gobierno, a las que sólo tienen que acudir los concejales con dedicación exclusiva, salvo si están enfermos o tienen una urgencia ineludible. En las últimas convocatorias, cuatro de los seis ediles titulares han fallado y su puesto lo han ocupado reservas sin exclusividad, que con estos complementos y lo que cobran por acudir al pleno, redondean el mes en los mismos términos que antaño. En las juntas previas a la polémica, según ha informado Diario de Ibiza, fallaban uno o ninguno. Para que luego digan que en Ibiza no somos creativos. Eso sí, descarados también; nulo respeto por la inteligencia del ciudadano y la de la oposición, que ha detectado la maniobra en un santiamén. A este episodio se suma también la inesperada dimisión del director insular de la Administración del Estado en las Pitiüses, Rafael García Vila. Dicen que cansado de que la delegada del Gobierno, Teresa Palmer, le ninguneara de manera sistemática. Palmer, según insinúan los medios, maneja la institución como un cortijo. Sorprende que el presidente del Consell, que fue quien propuso a García Vila y que afirma haber intercedido por él en Mallorca, no haya logrado amainar la tormenta y reconducir la situación. O su influencia es nula o no ha tenido verdadero interés por solucionar esta polémica, pese a sus previsibles consecuencias. Incorporemos también unas transferencias turísticas que deben de dar para poco más que cubrir nóminas, promesas incumplidas como la puesta en marcha del servicio de radioterapia, etcétera. Con tanto vaivén eludible, ciertos gobernantes transmiten la sensación de que, o dan por perdidas las elecciones, o nadie les ha dado un cursillo básico de estrategia electoral. Lección primera: ante la inminencia de unas elecciones, disimulo. Guardar las formas y cortar cintas. Nada de generar polémicas o dar muestras de debilidad… Igualito que en Ibiza.
Artículo publicado en las páginas de opinión de Diario de Ibiza