A la industria cinematográfica de Bombay, en la India, se le conoce popularmente como Bollywood. Es una de las más potentes del mundo y produce al año más de 1.500 largometrajes; el triple que Hollywood. Su especialidad son los musicales románticos, que casi siempre transcurren en fastuosos y barrocos escenarios palaciegos, repletos de flores y plantas exóticas, por los que deambulan apuestos actores espléndidamente vestidos con dhotis de seda salvaje y bellas actrices que se deslizan con vistosos saris resplandecientes de pedrería.
Las bodas que hoy se celebran en la India se inspiran en estos musicales y, cuando las familias son pudientes, tanto el vestuario como las coreografías que adornan la fiesta son descaradamente cinematográficos. Hace dos fines de semana, Ibiza se convirtió en Bollywood por unos días. Una pareja de novios –Meera y Prashant–, pertenecientes a dos familias acaudaladas de la India, decidieron casarse en la isla, tras haberla conocido durante unas vacaciones hace un año. Quisieron, además, que les acompañara a una legión de amigos y familiares procedentes de medio mundo.
Se trata, muy probablemente, del mayor fasto privado celebrado en las Pitiüses en la historia reciente. Las cifras son mareantes: tres días de fiesta ininterrumpida, más de 600 invitados alojados en hoteles de cinco estrellas, 7.000 kilos de flores frescas y docenas de profesionales llegados de toda España para decorar tres escenarios distintos; una cúpula ceremonial, vajillas y mantelerías importadas de la India; una flota de coches de lujo y docenas de autobuses y minibuses; el cierre en exclusiva de las salas de fiestas Lío y Heart; los más prestigiosos chef de la India trabajando codo con codo con profesionales gastronómicos de la isla, y un gasto estimado de entre 5 y 6 millones de euros en esas efímeras 72 horas. Dicho así no parecen cifras tan disparatadas, pero son 1.000 millones de los de antaño.
En esta plaza pública de las lapidaciones virtuales que son las redes sociales, la noticia de la boda hindú se propagó como la gripe en otoño y enseguida se multiplicaron los comentarios de todo tipo, muchos de ellos despectivos y críticos. De alguna forma, venían a vincular estas exóticas nupcias con la ola de decadencia y lujo ordinario que asola Ibiza. Ciertamente, quemar esa tremenda cantidad de dinero en una boda, en un mundo en el que tanta gente que padece necesidades extremas, resulta cuanto menos cuestionable. Pero, aunque a menor escala, podríamos extraer idéntica conclusión de la práctica totalidad de bodas que se celebran en la isla, en occidente y en medio mundo.
Vivimos tiempos en que la actividad turística se cuestiona constantemente –y con razón, dados los continuos abusos–, y se generan movimientos sociales en contra de una industria que cada vez provoca mayores malestares y problemas de convivencia. Sin embargo, tampoco conviene perder la perspectiva y olvidar que en la isla sólo tenemos el turismo de lo que vivir. La boda hindú permitió alargar la temporada a numerosos negocios y a sus empleados, y la realidad es que transcurrió sin que la gran mayoría de los ibicencos nos enteráramos de su existencia.
Bollywood no vino a privatizar playas para organizar su ceremonia, echando impunemente a los bañistas y dejando tras de sí un rastro de basura, como hemos visto tantas veces en los últimos años –recordemos, por ejemplo, s’Estanyol–. Tampoco organizó un desparrame nocturno en un beach club o en una casa de alquiler, transformándola en discoteca y amargando la vida al vecindario. Ni siquiera tuvieron la ocurrencia de salir a navegar hasta s’Espalmador en una procesión yates, prenderle fuego al islote o fondear sobre la posidonia.
Los múltiples eventos que conformaron la ceremonia se organizaron en locales especialmente acondicionados para ello, sin generar molestias –de momento no han trascendido quejas–. Los 600 invitados aterrizaron, disfrutaron, pagaron los gastos y, al parecer, se marcharon encantados, dejando las cosas como estaban y anunciando que habrá más bodas hindúes en Ibiza.
¿Dónde hay que firmar para que nos vengan unas decenas de miles de ciudadanos como ellos, con los que podamos sustituir a los hooligans o a esos acaudalados maleducados, que conducen como salvajes, arruinan la costa y se creen con derecho a privatizar el espacio público? Puestos a vivir en una Ibiza desnaturalizada, donde apenas se conserva ya la idiosincrasia del pasado, demos la bienvenida a Bollywood. Al menos parecen gente educada.
Artículo publicado en las páginas de Opinión de Diario de Ibiza