Cuesta mucho escribir sobre la “pesadilla” –como él mismo la define– vivida por Francisco Ribas, el policía local de Sant Josep recién liberado después de pasar casi tres años y medio en la cárcel. Xico de Can Curt, como se le conoce en el pueblo, fue acusado en 2012 del homicidio de la venezolana Karina Rosales, con la que convivía, y acaba de ser declarado no culpable por un jurado popular, donde ocho de sus nueve miembros han dictaminado a su favor.

Buena parte del largo encierro preventivo lo ha pasado en la madrileña cárcel de Estremera, lejos de su hijo y del resto de la familia. Estos días ha revelado que en prisión le llamaban “Currito”, que el primer año fue terrible y que se ha dedicado a hacer ejercicio y a participar en talleres de manualidades e idiomas, donde apenas ha aprendido nada porque es “muy duro de mollera”. Lo primero que hizo al volver fue disfrutar de una comida familiar en una caseta varadero cerca de Cala Tarida. La vida sencilla de Ibiza que, imagino, tanto habrá anhelado en la cárcel.

Xico constituye un ejemplo vivo de los inesperados giros que da la vida; de cómo la realidad efectivamente supera la ficción y de lo estéril que resulta luchar contra los elementos, cuando estos se alinean en tu contra. Los “elementos”, en este caso, son los agentes de la Guardia Civil que investigaron el caso y el fiscal que dirigió la acusación. Juntos perpetraron una chapuza tan insólita como inenarrable.

Cuando Xico fue detenido el pueblo quedó en estado de shock. Varios de sus compañeros aseguraron que era inocente desde los primeros instantes. Otros vecinos probablemente no lo tuvieron tan claro y, para sus adentros, concluyeron que nunca se llega a conocer a alguien. Luego vimos la foto de Xico esposado frente a los juzgados, que ya constituyó una condena de por sí. Sin embargo, hasta el juicio, celebrado hace dos semanas, no se han revelado los pormenores del caso y hasta qué extremo una acusación que no se sostiene puede arruinar la vida de una persona durante más de tres años.

Por las transcripciones del juicio y la propia sentencia, descubrimos que a Xico lo acusaron y encerraron por una mera cuestión semántica. La Guardia Civil no encontró una sola prueba física que lo incriminara y él siempre se declaró inocente. No hubo testigos que le situaran en las inmediaciones del crimen, ni se hallaron restos de ADN. Incluso dos camareras del bar donde él afirmó que había dejado a la fallecida corroboraron su versión de los hechos.

Todo el peso de la acusación se sostuvo en una palabra: “tablones”; los que cubrían el cuerpo y a los que Xico se refirió durante el interrogatorio. Detalle que, en opinión del capitán de la Guardia Civil que dirigió las pesquisas, le incriminaba ya que sólo podía conocerlo el asesino. Xico arguyó que lo había leído en la prensa y, efectivamente, se publicó que el cuerpo estaba cubierto de troncos, escombros y cartones. Al parecer, el matiz de intercambiar “troncos” por “tablones” le costó a Xico más de 1.000 días entre rejas. Luego hemos descubierto que en realidad el cadáver no estaba cubierto por “tablones” sino por un solo “tablón”.

Durante la fase de instrucción, la ausencia de pruebas era tan evidente que el juez solicitó la libertad provisional bajo fianza del detenido. Xico se habría ahorrado dos años de cárcel, pero el fiscal recurrió la medida. También averiguamos que los forenses ni siquiera establecieron con seguridad la hora de la muerte. El primer informe determinó las tres de la madrugada, mientras que el definitivo la situaba entre las 18 y las 20 horas, cuando Xico se encontraba en el lavadero de coches el pueblo. Unas pesquisas tan incompletas que, en palabras del propio juez, ni siquiera siguieron “otras posibles vías de investigación”.

Aunque su origen es irónico, existe un tópico que afirma que “la policía no es tonta”. Incluso el propio fiscal aludió a él para explicar la inexistencia de pruebas incriminatorias en el escenario del crimen: “Es policía, no es tonto”, argumentó durante el juicio. Yo no sé si los investigadores involucrados en este caso adolecen de limitaciones intelectuales o simplemente actuaron de manera incompetente por desidia o falta de medios. De lo que sí han hecho gala es de una sorprendente falta de humanidad.

Al principio decía que cuesta mucho opinar sobre la historia de Xico porque ha sido exculpado por falta de pruebas. Siempre habrá gente que le señale con el dedo, como él mismo reconoce. Seguirá siendo así hasta que se determine qué ocurrió y quién estuvo involucrado. Las autoridades tienen la obligación moral de reemprender las investigaciones y destinar al caso a profesionales más cualificados. A quién primero se lo deben es a la víctima y a su familia.

Artículo publicado en las páginas de Opinión de diario de Ibiza

@xescuprats