Tengo un amigo mecánico que se ocupa del mantenimiento de varias embarcaciones turísticas que operan en las Pitiusas. Aunque se pasa la mayor parte del tiempo en el mar, nunca habíamos detectado que tuviera una especial conciencia medioambiental. Sin embargo, de un tiempo a esta parte sólo habla de que el litoral de Ibiza y Formentera se está pudriendo y que además ocurre a una velocidad incontrolable.
Al principio, lo planteaba como una cuestión puramente técnica que trastocaba su rutina laboral: el creciente volumen de plásticos y contaminación flotante genera averías en la maquinaria de sus barcos y a él continuos quebraderos de cabeza. Lo que antaño ocurría de forma tangencial ahora es el pan nuestro de cada día y su punto de vista distante ha acabado tomado una deriva mucho más emocional y pesimista.
De paraíso hemos pasado a vertedero, sostiene, al tiempo que añade que cada año vamos a peor y que eso lo puede corroborar cualquier persona que viva del mar. El turismo náutico crece de forma espectacular. Vienen más yates de lujo, cruceros y toda índole de embarcaciones de recreo que, en demasiados casos, vacían sus sentinas o se deshacen de la basura antes de llegar a puerto. Antaño, los marineros, ya fueran aficionados o profesionales, eran los más concienciados desde un punto de vista ecológico. Hoy sólo podemos pensar que por nuestras costas navega una banda de desalmados.
El último caso conocido lo padecimos hace un par de semanas, cuando el enorme velero holandés ´Stad Amsterdam´, con un protocolo ambiental supuestamente ejemplar, arrojó sus aguas negras sobre la posidonia de la playa de ses Illetes. Del abuso nos sorprendió tanto la poca vergüenza de los tripulantes como su absoluta arrogancia, sin el menor temor a la reacción de la autoridad competente. El atropello fue perpetrado a pleno día, en uno de los escenarios más concurridos del archipiélago. No quiero imaginar qué harán estas mismas embarcaciones cuando costean el litoral en solitario.
En paralelo, prácticamente desayunamos a diario con un nuevo vertido de aguas sucias en alguna playa, procedente de tierra firme. El Govern balear incluso ha hecho público un informe que asegura que en Ibiza hay más de 25 canalizaciones que desaguan habitualmente en el mar y que toda la costa insular está salpicada por docenas de tuberías y mangueras que hacen lo propio de forma incontrolada.
Con mantenimiento y actualizaciones adecuadas, de los emisarios y las depuradoras sólo brotaría agua clara. Pero nuestra realidad es justo la contraria, al estar sometidos a una dualidad terrible: la brutal presión demográfica que experimentamos en temporada y la obsolescencia de nuestras infraestructuras sanitarias, tan insuficientes y arcaicas que permanentemente revientan. Como está ocurriendo con los barcos, los vertidos antaño constituían un hecho puntual que ahora se extiende y generaliza. La paradisíaca costa pitiusa se ha convertido en el inodoro de una sociedad turística y masificada.
Hay playas tan sucias que, a veces, incluso apestan. Ante la microalga, nadie parece querer afrontar la realidad y relacionar la nauseabunda mancha verde con los vertidos de todo tipo que se suceden, especialmente en los tramos más urbanizados de costa. Y los barcos, como se ha dicho, campan a sus anchas sin control, dejando un rastro de porquería que la naturaleza no tiene tiempo de asimilar.
La sociedad pitiusa ha ganado una ardua batalla a las multinacionales que pretendían bombardear la costa con prospecciones petrolíferas. Pero cuando una playa se llena de heces, nadie alza la voz, con la única salvedad de los vecinos y empresarios de primera línea.
No hemos visto pancartas frente a veleros contaminantes, lecturas de manifiestos junto a emisarios perforados ni performances con gente desnuda embadurnada en aceite en playas sucias. Las prospecciones constituyen un riesgo innegable, pero el chapapote real lo tenemos ante las narices, todos los días, y nadie parece considerarlo una prioridad.
¿Para cuándo un plan ambicioso de recuperación y conservación del medio marino, que multiplique controles, establezca sanciones y obligue a ejecutar inversiones? Nos estamos jugando el futuro.
Artículo publicado en las páginas de Opinión de Diario de Ibiza