La ecotasa vuelve a estar de actualidad y los partidos andan barruntando si la incluyen en sus programas electorales. Ante esta posibilidad, algunos empresarios del sector han decidido ponerse la venda antes de tener la herida y han iniciado una campaña en contra de su posible aplicación. Su principal argumento es que un impuesto de estas características supondría un lastre insalvable para nuestra competitividad como destino turístico. En las Pitiüses, el más beligerante es el exministro Abel Matutes, que asegura que aplicar una ecotasa sería como pegarnos tiros en los pies, al tiempo que rememora los precedentes de la experiencia de 2002, que, a su juicio, provocó una crisis que duró casi un lustro.
Los daños colaterales de la primera ecotasa que arguye el sector me parecen cuanto menos exagerados, pero no he hallado datos ni estudios que permitan refrendar o desmontar esta hipótesis. Nuestra realidad como destino turístico, sin embargo, ha evolucionado de manera sustancial estos trece años y argumentos que entonces parecían sólidos hay resultan fáciles de desarmar. La ecotasa, como veremos, es una posibilidad a tener en cuenta y requiere de un análisis más en profundidad.
Hablemos, en primer lugar, de «competitividad». El Hotel Prix Index 2014 (Índice de Precios Hoteleros), que acaba de publicar hoteles.com y que refleja las tarifas oficiales de las pernoctaciones en múltiples destinos, establece para España una media de 105 euros por habitación y noche. De los 46 destinos nacionales que conforman el estudio, Ibiza encabeza el ranking con 170 euros, un 62% por encima de la media nacional. Mallorca, por ejemplo, se sitúa en 132 euros, Marbella en 143, Barcelona en 124, Madrid y Benidorm en 94, y Valencia en 77.
Tiremos por lo alto y supongamos que un impuesto turístico gravara la estancia en 20 euros; 40 por pareja. Ibiza, sólo en 2014, habría recaudado 54 millones. Sin embargo, esos 40 euros están a años luz de los 455 de más que abona la misma pareja por una estancia de una semana, si nos comparamos con la media nacional. Y sólo hablamos de competitividad hotelera. Añadamos los elevados precios de la oferta complementaria, las disparatadas tarifas de navieras y compañías aéreas, los coches de alquiler€ Hablar, por tanto, de perder competitividad por una supuesta ecotasa parece una broma. Provocaría, eso sí, que el sobrecoste de veranear en las Pitiüses se redistribuyera y no quedara únicamente en manos privadas.
El IVA que se aplica a la Hostelería –en septiembre de 2012 pasó del 8 al 10%–, constituye otra demostración fehaciente de que los pequeños ajustes de precios no minan al ansia de los turistas por viajar al archipiélago. Los hoteleros, al unísono, dijeron que sus consecuencias serían aún más nefastas que la ecotasa de 2002, pero seguimos batiendo récords.
Aquí al lado, en Cataluña, encontramos el ejemplo más ilustrativo. Pese a las reticencias iniciales del sector, la Generalitat aplica un impuesto turístico desde noviembre de 2012. Oscila entre 0,45 y 2,25 euros por persona y noche de estancia en hoteles, apartamentos y campings. La demanda no sólo no se ha visto afectada sino que ha seguido creciendo o, como mínimo, se ha mantenido; también en destinos de sol y playa sin la personalidad de Ibiza. En 2014, el gobierno catalán recaudó 41 millones de euros y estima obtener otros 44 este 2015.
Países tan dispares como Alaska, Dinamarca, Francia, Noruega, Colombia o Suecia aplican distintas tipologías de ecotasa desde hace años. Las famosas islas Maldivas gravan la estancia con 10 euros diarios, tasa que representa el 60% de su recaudación tributaria. También cobran impuestos turísticos locales Berlín, París, Venecia, Florencia o Roma, sin que su demanda se haya resentido, y Formentera está implantando por consenso una ecotasa a la entrada de vehículos. Incluso José Ramón Bauzá aspiró a su propia ecotasa sobre los envases de las bebidas y los alquileres de coches, pero los empresarios le pararon los pies a las primeras de cambio. Que esta práctica se generalice, es cuestión de tiempo.
Depuradoras, potabilizadoras, interconexiones, carreteras, emisarios, conservación de playas y paisajes€ Las Pitiüses padecen un déficit de infraestructuras alarmante, pero la realidad es que nuestras urgencias siempre se dan de bruces con el ritmo cansino que nos imponen Mallorca y Madrid. Necesitamos un fondo propio que nos otorgue margen de maniobra. No importa que se llame ecotasa, impuesto turístico o canon de desgaste de patio.
Los intríngulis de su puesta en marcha serían otro cantar. No parece adecuado que la recaudación quedase supeditada a los alojamientos. Las miles de turistas que se hospedan en la oferta ilegal se librarían de pagarlo. Somos islas y, dada nuestra condición, lo operativo sería aplicarlo a través de las compañías de transportes, que ya disponen de herramientas de gestión que permiten excluir a los residentes. La clave es que en las Pitiüses no podemos seguir maniatados. Hay que seguir avanzando.
Artículo publicado en las páginas de Opinión de Diario de Ibiza