En Eivissa todas las semanas ocurre algo que nos recuerda que la época de los atropellos urbanísticos y medioambientales sigue plenamente vigente. Estos días en que los vecinos de la cantera de Ses Planes se ven obligados a remover cielo y tierra para impedir que se perpetre un nuevo atentado ecológico de graves proporciones, me acuerdo de una foto. Fue tomada en Mallorca, durante una fiesta, y en ella posaban sonrientes el presidente Bauzá, el empresario Matthias Kühn, la vedette Norma Duval y el conseller de Turismo. Se publicó el 26 de julio, semanas después de que la Comisión balear de Medio Ambiente diera luz verde al atropello ecológico perpetrado por el alemán en el islote de Tagomago, contra el criterio de las instituciones de la isla.
Al mismo tiempo, me vienen a la memoria instantáneas de hace unos años, cuando el actual vicepresidente del Consell, Mariano Juan, aparecía como miembro destacado del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Santa Eulària. Eran tiempos en que la empresa propietaria de la cantera de la polémica, Hermanos Parrot, realizaba buena parte de las obras municipales. La asociación de ideas se produce porque Juan, en contra de la voluntad de los vecinos a los que representa, decidió votar a favor de este proyecto descabellado, en la Comisión de Medio Ambiente.
Mientras eso ocurría sin que los vecinos se enteraran, el presidente del Consell se reunió con Ángel Nieto, presidente de la Asociación de Afectados por la Cantera de Ses Planes. Vicent Serra le aseguró que él siempre estaría a favor de los ciudadanos, sin mencionar en ningún momento que la institución pitiusa ya se había pronunciado a favor de los intereses de la empresa promotora. O es una muestra de cinismo –poco inteligente, porque todo se acaba sabiendo–, o a Serra sus propios consellers le ocultan información.
La realidad, en cualquier caso, es que a los ibicencos nadie nos gana en originalidad. Yo estaba convencido de que cuando una cantera se agota y debe iniciarse el obligatorio proceso de restauración, el trabajo consiste en rellenar la montaña vacía con escombros y tierra, para devolver a este espacio un aspecto parecido al original. En lugar de eso, la empresa Hermanos Parrot propone alojar en su interior una planta asfáltica y otra de hormigón, dos instalaciones altamente contaminantes, y dejar el cráter como está. Es el proyecto de regeneración más surrealista que he oído en mi vida.
Los vecinos, que poseen informes realizados por técnicos de gran solvencia y les asesoran juristas de prestigio, garantizan que esta instalación supondrá, entre otros desvaríos, erigir una chimenea enorme, de más de 60 metros de altura, que sobresaldrá por encima de la montaña y emitirá gases altamente contaminantes y cancerígenos, contraviniendo casi todas las recomendaciones técnicas y sanitarias que existen al respecto. Luego los respirará la población local. Al mismo tiempo y por mucho que lo nieguen los promotores –así lo confirmó la semana pasada el catedrático y doctor ingeniero agrónomo Domingo Gómez Orea–, estas fábricas supondrán un incremento exponencial del tráfico de camiones por una carretera vecinal de risa, provocando todo tipo de problemas de tráfico, ruidos, polvo, etcétera.
Hace un año, los vecinos presentaron ante el Govern balear una sucesión de alegaciones al proyecto, pero la Conselleria de Medi Ambient, de quien depende la comisión que ha aprobado este despropósito y el de Tagomago, ni siquiera se ha dignado a contestarles. Ha dado el visto bueno a la planta asfáltica y de hormigón, pasándoles por encima, con los parabienes del Consell Insular. Y lo ha hecho en base al Informe de Impacto Ambiental presentado por los promotores que, según se deduce de las conclusiones del catedrático Gómez Orea, no es más que un panfleto interesado. Dicho documento en ningún momento se refiere a emisiones tóxicas, chimeneas que se elevan sobre la montaña y se perciben desde media isla, daños ecológicos, riesgo de contaminación de acuíferos, incremento del tráfico de camiones, etcétera. Los Parrot, sin aportar prueba alguna, han contraatacado acusando al catedrático de actuar por dinero. Como dice el refrán, cree el ladrón que todos son de su condición…
Da la impresión que aquellos que hacen negocio a costa de arrasar nuestro paisaje tienen en Mallorca a su mejor aliado: la Conselleria de Medio Ambiente, que paradójicamente debería velar por la conservación del patrimonio natural. A veces, los ciudadanos nos sentimos atropellados por las instituciones. En este caso, además, resulta inadmisible la complicidad de la máxima institución pitiusa.
Artículo publicado en Diario de Ibiza