Siguiendo la estela de la insólita política marketiniana del Ayuntamiento de Sant Antoni, deberíamos repartir folletos alertando a los turistas sobre el riesgo de pasear por Sa Penya y que te tiren piedras o te roben la cámara o acerca de los chiringuitos donde sirven paellas precocinadas de alto riesgo; actividades ambas “que te pueden costar la vida”. También podríamos producir una línea de flyers con las playas con mancha verde y presencia habitual de medusas y una selección de rankings en el portal oficial de información turística, con los entornos más ruidosos y sucios, los hoteles más desagradables, los monumentos más descuidados y los souvenirs más horteras.
Nadie puede negar que la campaña promocional ‘Disfruta y respeta’, iniciada hace un par de semanas por el consistorio de Portmany y el consulado británico, es la más rompedora de cuántas se han puesto en marcha en los últimos años en Eivissa. Pura innovación. Sobre todo porque en lugar de ofrecer una imagen apetecible y atractiva de la localidad, subraya sus rasgos más negativos y además los exagera hasta extremos inverosímiles. El antimarketing, en definitiva.
El folleto pretende ofrecer consejos prácticos para que la estancia de los jóvenes turistas británicos en territorio comanche no acabe como el rosario de la aurora: “caminar solo por Sant Antoni te puede costar la vida”, “vigila tu bebida; en unos segundos, tu noche de fiesta puede convertirse en una pesadilla” o “no juegues en los balcones, esa vista podría ser la última”. Esas condenadas e inhumanas terrazas, que te susurran al oído que saltes, que puedes volar… La orgía previa de copas y pastillas de éxtasis, por descontado, no habrá tenido nada que ver.
Si se pretendía empapelar Sant Antoni –se han impreso 300 carteles y 15.000 flyers–, con el objetivo de concienciar al viajero joven e incauto, lo adecuado habría sido recurrir a mensajes que inviten a no perder el control, a no beber hasta reventar, a evitar las drogas, a no meterse en peleas, a no andar por la calle a grito pelado, a no orinar por las esquinas y, en general, a tratar con respeto al vecindario.
Imagino que, en esta historia, ha sido el consulado británico quien ha metido un gol al equipo de Gobierno de Sant Antoni, que se ha dejado llevar y ha financiado un folleto que perjudica gravemente su imagen. Sin embargo, hay que tener la mente bastante nublada para no predecir las consecuencias. Imagino la cara de los escasos padres de familia que veranean en Sant Antoni, cuando despliegan al lado de sus hijos el tríptico en la Oficina de Información Turística. O la de los empresarios de la localidad que apuestan por un futuro mejor, que han remodelado sus hoteles con gran esfuerzo y que ahora tratan de reorientarlos hacia un público más selecto que la piara actual.
Los efectos de esta campaña disparatada ya se han traducido en informaciones muy negativas en los medios de comunicación, incluidos varios informativos de televisión. Subrayan que son las propias autoridades de la isla las que alertan del peligro de andar solo por Eivissa. Y, lo que es peor, meten a todos los municipios en el mismo saco.
Cada vez que la prensa pitiusa publica un reportaje sobre la delirante vida nocturna de Sant Antoni, las críticas y las alusiones al sensacionalismo, por parte de quienes gobiernan la localidad, se suceden el instante. Ello, pese a que los periodistas pitiusos nos limitamos a trasladar lo que observamos. Yo lo viví en mis propias carnes hace algún tiempo. Nuestras crónicas, además, son comedias románticas en comparación con las películas de terror que describe la prensa británica. Sin embargo, hasta ahora, nadie, ni ibicenco ni de fuera, había dicho que la inseguridad que se vive en Sant Antoni sea tan extrema que la vida de las personas corre peligro simplemente por pasear por la calle, como si esto fuera Faluya.
Los hoteleros de la localidad, bastante alarmados, han pedido a la alcaldesa que cave un hoyo profundo y entierre los folletos en su interior. Los partidos de la oposición piden lo mismo e idéntica postura deberían mantener el resto de las instituciones pitiusas, una vez se ha visto que la mancha se extiende sobre el conjunto del territorio.
Más le valdría al equipo de gobierno de Sant Antoni agachar las orejas, dejar de justificar lo injustificable, tomar nota sobre los líos en que puede meterte el consulado británico, retirar de una vez una campaña que no quiere nadie y poner fin a este despropósito.
Artículo publicado en Diario de Ibiza