Me pareció genial leer en una entrevista publicada por Diario de Ibiza el jueves pasado que a la alcaldesa de Vila, Pilar Marí, “le hace ilusión” asumir las áreas de Obras, Jardines y Mantenimiento Urbano, “porque son muy próximas a los ciudadanos y reconozco que me encantan”. Son palabras frescas, primaverales, cargadas de bonhomía e inocencia, propias de quien gobierna Los mundos de Yupi o Barrio Sésamo, dando saltitos, en lugar de la imprevisible comuna circense en que se ha convertido Can Botino esta legislatura.
El ayuntamiento arde en llamas, los concejales se sacan los ojos, la ingobernabilidad se agrava, el enemigo se queda en casa frotándose las manos y, mientras el barco zozobra ante la mirada estupefacta de los ciudadanos, la alcaldesa manifiesta su ilusión por jugar a las casitas y adornar parterres. Marí pretende transmitir una sensación de normalidad que, hoy por hoy, resulta imposible de digerir para quienes contemplamos este lamentable espectáculo.
La nueva crisis de gobierno –desde la dimisión de su predecesora ya he perdido la cuenta de cuántas van–, ha estallado a raíz de la renuncia al cargo del primer teniente de alcalde, Joan Daura. Éste, sin embargo, mantendrá su acta de concejal y un extremo de la soga de la gobernabilidad que envuelve el cuello de la alcaldesa, mientras del otro sigue dando tironcitos Marienna, que estos días debe estar retorciéndose de placer en el escaño.
Daura, el mismo día, respondía a otro cuestionario de este periódico, aún más surrealista que el de la alcaldesa, donde quedaba retratado como el Maquiavelo más predecible de la política pitiusa. Hoy por hoy no se presentará a las elecciones por otro partido, pero mañana no lo sabe… Tal vez, quienes pretenden anunciarlo como el fichaje estrella para los próximos comicios, al final deduzcan que el señor Daura es tan estable como una cantimplora de nitroglicerina en una jaula de monos. Sería la única manera de que, al final, el ex teniente de alcalde pueda dedicarse a la pesca con gusano o cualquier otra actividad propia de su condición de jubilado, en lugar de continuar orquestando confabulaciones municipales.
Uno de los momentos cumbre de la entrevista es cuando Daura justifica su continuidad como concejal popular, pese a que Vicent Serra, el presidente insular del PP, le ha conminado a que renuncie. “Si yo dejara el acta, no sé si alguien del PP querría entrar en el gobierno”, ha dicho. A Daura, a sentido de la colectividad y del bien común, no hay quien le gane. Me imagino las dificultades experimentadas por la periodista Raquel Sánchez, a la que hay que felicitar efusivamente por el retrato esbozado de ambos personajes, para mantener la cara de póquer.
El aleteo de Daura, con esta huida en falso, ha provocado un efecto mariposa. La consecuencia más visible es el anuncio del presidente del PP pitiuso, Vicent Serra, quien, aprovechando el paso del Pisuerga, ha decidido poner a una gestora al frente del partido en Vila. Debía capitanearla el conseller balear de Hacienda, José Vicente Marí Bosó. Éste, sin embargo, ha decidido que el mono de kamikaze no le sienta bien y, al final, Serra ha pospuesto la maniobra para después del verano. Conviene recordar que la actual presidenta de la junta local del PP, Carmen Domínguez, pertenece al otro bando: el que apoyó a Enrique Fajarnés como candidato al Consell y a José Sala como máximo responsable del partido.
Y en medio de este vodevil, la polémica de la medallita de marras, con Abel Matutes renunciando a “tan honrosa distinción” por la controversia suscitada, y las esperpénticas acusaciones de unos concejales de Vila sobre otros, por actuar como supuestos infiltrados del empresario en la comisión de Cultura y, supuestamente, grabar parte de las conversaciones donde se debatía la idoneidad de la propuesta. Como si no hubiese asuntos más graves y perentorios que solucionar en el municipio.
Por suerte, la semana nos deparó una noticia muy positiva: la alianza de Ferran y Albert Adrià con el Circo del Sol y el Casino de Ibiza, con el objetivo de crear en la isla un espectáculo gastronómico y circense único en el mundo, del que podrán disfrutar 1.000 personas cada noche. Cuando llegue el momento de contratar malabaristas, equilibristas y payasos para el show, los Adrià no tienen de qué preocuparse. Al otro lado de la bahía, en Can Botino, tienen la mejor cantera.
Artículo publicado en Diario de Ibiza