Uno de los defectos más funestos de nuestra tradición democrática es el rechazo sistemático y la consecuente dejadez que se aplica a las iniciativas impulsadas por gobiernos anteriores, una vez que éstas son “heredadas” por los nuevos equipos. Una actitud egoísta y reprobable, que aún se vuelve más visceral cuando además de las caras cambian los colores políticos.
Esta forma de actuar, tan universal como de patio de colegio, perjudica seriamente al ciudadano, que a menudo contempla asombrado como ciertos proyectos –que según los alcaldes pretéritos iban a representar lo mismo que caminar sobre las aguas–, acaban convertidos en centros culturales abandonados, pistas deportivas tomadas por las malas hierbas o bibliotecas vacías de libros. Los gestores públicos deben tener presente que las iniciativas de sus predecesores formaron parte de un programa electoral que en su momento ganó unas elecciones. Por tanto, el correcto mantenimiento de esos bienes es asunto tanto de custodia patrimonial como de ejemplaridad democrática.
Entre las “herencias” recibidas por el actual equipo municipal de Vila (a su vez transmitida en sucesivas legislaturas) figura la declaración de ‘Eivissa Patrimonio de la Humanidad’ y los bienes asociados a ella. Se trata de una marca potente que tendría que aportar mayor visibilidad a un producto sin estacionalidad y del que cada vez se saca menos partido.
La declaración llegó acompañada de diversas actuaciones –unas más afortunadas que otras–, destinadas a poner en valor las murallas renacentistas. Entre ellas, la musealización de Dalt Vila, los centros de interpretación Madina Yabisa y de las casamatas de los baluartes de Sant Pere y Sant Jaume, y la apertura y ampliación de varios museos.
Pasado un tiempo, estos atractivos turísticos no sólo no han experimentado evolución alguna, sino que en algunos casos se han ido deteriorando de forma alarmante. El ejemplo más contundente son los atriles de la museización de Dalt Vila. Resulta triste pensar en la Feria Medieval, tan próxima, y en los miles de residentes y viajeros que subirán a Dalt Vila a admirar nuestro patrimonio. Se encontrarán con que la mayor parte de estos elementos están rotos o tan erosionados que en lugar de ilustraciones y explicaciones exhiben un lienzo vacío. Hoy los atriles son como una broma de mal gusto: “acérquese a conocer la historia de este palacio o este baluarte, que no vamos a contarle nada”.
Este invierno, la casamata musealizada de Sant Jaume, que exhibe una colección de reproducciones de armas antiguas, ha permanecido cerrada, salvo reserva previa para grupos de al menos cinco personas, tal y como aún explica la web del Ayuntamiento. El planteamiento no puede ser más ridículo: ¿A qué turista se le ocurre reservar este tipo de visitas con antelación? ¿Cuántos grupos de cinco llegan a la isla y además son tan previsores? Estas instalaciones, si se apuesta por desestacionalizar, deben mantenerse abiertas todo el año, como mínimo los fines de semana, y hay que dotarlas de mayor visibilidad. Si el viajero las encuentra abiertas, las aprovecha, y también nosotros, los residentes, cuando paseamos por Dalt Vila con nuestros hijos.
Es como si ‘Eivissa Patrimonio de la Humanidad’ se hubiese quedado congelada en el tiempo, mientras otras ciudades que gozan del mismo privilegio ponen en valor cada piedra e innovan constantemente. Saben bien que el futuro pasa por potenciar la experiencia de vivir el entorno y gestionar el marketing turístico más poderoso: el boca a boca. Así debería proceder Vila, en lugar de andar como los cangrejos.
Artículo publicado en el diario Última Hora Ibiza
Inaceptable el estado lamentable en que se encuentra nuestro patrimonio, no solo lo concerniente a Dalt Vila. Y hablando de la feria medieval, cada año mas y mas decepcionante. Que poco de medieval y que casi nada de Ibiza.
Deberíamos avergonzarnos por descuidar todo lo bueno que tiene la isla, luego queremos turismo de calidad pero solo sabemos (¿queremos?) vender turismo tipo san Antonio, es decir fiesta y alcohol. Y ya puestos a comentar lo de la feria medieval, otra cosa que habría que mejorar muuuuucho, no tiene nada de especial ni particular que la diferencie de otros mercados / ferias medievales de la península, precios abusivos, gente disfrazada que parece que viene de tocar los tambores en benirras, productos que son tan medievales o ibicencos que ya puestos podrían ponerse a vender sushi. Patetico.
cuanta razón en la sinrazón, molt bon article, como casi sempr