Esta ridícula costumbre de construir con fondos públicos obras mastodónticas que acaban infrautilizadas y cubiertas de telarañas, ha hecho de España el hazmerreír de Europa. Aeropuertos inútiles, líneas de alta velocidad vacías, bibliotecas sin libros,  auditorios mudos y otras ocurrencias que hoy se erigen en monumentos al derroche, la vanidad y la estupidez humana.

En Eivissa también tenemos nuestros aeropuertos de Castellón, aunque a menor escala; esa que nos podemos permitir con las migajas que nos deja Mallorca. Disponemos de espacios culturales inútiles, centros de interpretación desiertos, velódromos olvidados, observatorios astronómicos en ruinas, etcétera.

La actualidad de estos días nos lleva al hipódromo de Sant Rafel, una infraestructura que, como otras, le viene grande a la isla y que obliga a afrontar unos costes de mantenimiento desmesurados. Los aficionados a los trotones, sus usuarios habituales, no estarán de acuerdo, pero este coso, en relación al uso que se le da, constituye un gasto difícil de justificar, especialmente ahora que no hay un céntimo para nada, y un agravio comparativo con respecto a otras actividades deportivas y sociales que, pese a ser mayoritarias, carecen de instalaciones al mismo nivel.

Leemos en la prensa que, cuando el PSOE-ExC gobernaba el Consell de Eivissa, se destinaron 300.000 euros sin concurso público ni expediente de contratación a obras de mejora de dicha infraestructura. Los responsables de entonces no han tardado ni medio segundo en echar balones fuera, derivarle las culpas al técnico de turno y escudarse en que el montante de la inversión es la suma de múltiples intervenciones menores. Para rizar el rizo, la empresa adjudicataria, Agloisa, presentó una única factura con todos los importes sumados y se la aceptaron. La chapuza, independientemente de la intencionalidad, es mayúscula e indigna de una gestión consecuente con la transparencia que se predica.

El hipódromo fue construido por empresarios locales en 1984 y, tras pasar por varias manos, su gestión fue asumida por el Consell en 2003. Craso error. Desde entonces, pese a obras como las citadas, permanece en un deprimente estado de abandono, tomado por las malas hierbas. Venderlo como atracción turística constituye un atentado a la imagen de la isla.

La izquierda no supo devolverle la actividad y quiso utilizarlo como sede de una televisión pública insular que nunca llegó a ver la luz. Casi mejor, porque las redacciones informativas hay que abrirlas cerca de la noticia y no perdidas en mitad del campo. La derecha, por su parte, apostó en 2011 por promocionarlo como centro de congresos, sin resultado alguno hasta ahora; al menos que se nos haya transmitido. Sólo tenemos constancia de la celebración de comidas de hermandad del Partido Popular, pero eso digamos que no cuenta. El pasado enero, asimismo, se nos anunció otra inversión de 700.000 euros para adecentar las instalaciones y construir una nueva pista central para exhibiciones de polo y doma. Ambos son deportes espectaculares y de cuidada estética, pero dudo que atraigan a las masas con suficiente regularidad como para lograr que el hipódromo deje se ser un pozo sin fondo.

Tal vez habría que utilizar ese dinero para musealizar en serio el Parque Natural de Ses Salines, un auténtico tesoro con mucho más poder de convocatoria, o el poblado fenicio de Sa Caleta, el más antiguo de Eivissa, olvidado tras una verja oxidada. Por citar un par de ejemplos.

Artículo publicado en el diario Última Hora Ibiza

One Response to “Nuestros aeropuertos de Castellón”

  1. Aixi ens va, tens rao

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