En febrero hablábamos de la deficiente calidad educativa que padecen los alumnos de las Pitiüses. Según el informe PISA, están 10 puntos por debajo de la media balear en conocimientos y nuestra comunidad, a su vez, figura entre las últimas del país. Estos días, la Fundación Gadeso ha hecho público su informe sobre percepción ciudadana de la inseguridad, que concluye que Eivissa, otra vez, es la isla más insegura del archipiélago. Superamos la media balear en un 39%, a Mallorca en un 37%, a Menorca en un 64% y a Formentera, la mejor parada, en un 83%.

Si conjugamos estos resultados con las cifras proporcionadas en enero por el Ministerio del Interior, que apuntaba que Balears tiene la tasa de criminalidad más alta de España, con 66,4 infracciones penales por cada 1.000 habitantes, frente a las 46,1 de media nacional, sólo cabe deducir que Eivissa se ha estancado como uno de los enclaves más inseguros del país. Tenemos la desgracia de poder presumir de dos hitos lamentables: figurar entre los peores en educación y delincuencia.

El estudio de Gadeso refleja cuántos ciudadanos de cada 1.000 reconocen haber sido víctimas de delitos o faltas en el último año o haberlos sufrido en el entorno más cercano. En Eivissa, la cifra asciende a 504,4; es decir, más de la mitad, frente a los 363 de la media balear. Y eso que el sondeo únicamente pone el foco en incidencias relacionadas con la vivienda, los vehículos, los comercios y la seguridad personal, sin entrar a analizar de forma directa asuntos relacionados con el narcotráfico y el consumo de estupefacientes.

La realidad es que en Eivissa se distribuyen cantidades ingentes de drogas de toda naturaleza, en multitud de zonas turísticas y áreas de ocio, además de ser territorio de experimentación de nuevos productos. Los ciudadanos desconocemos quiénes mueven los hilos de este lucrativo tinglado, pero a buen seguro que sus ramificaciones se extienden a múltiples capas de la sociedad pitiusa. No puede entenderse semejante volumen en un territorio tan acotado, sin la connivencia y participación de distintos segmentos de la sociedad local.

Resultaría muy ilustrativo poder acceder a una aproximación real del volumen de negocio que genera la droga en las Pitiüses. Incluso es probable que la cifra resultante nos dejara a todos asombrados, al situarse la droga como uno de los negocios que más dinero mueven en la isla, sino el que más.

A esta trágica realidad, una maldición con la que conviven nuestros jóvenes de una manera demasiado intensa, se suma la presencia habitual de grupos de delincuencia organizada, que año tras año acuden a hacer el agosto. Suelen dedicarse a robar en playas y viviendas y a manejar la prostitución a todos los niveles, por citar unos ejemplos. La sensación es que el número de detenciones y casos resueltos, o las cantidades de droga incautada, no revelan ni la punta del iceberg del inframundo ilegal que coexiste en la isla.

Resulta difícil aventurar si esta coyuntura tan reprobable obedece a la falta de capacidad de quienes gestionan las fuerzas de seguridad o a la carencia de medios. Pero resulta incontestable que el informe Gadeso pone en evidencia, año tras año, que los ciudadanos de Eivissa se sienten mucho más inseguros que los del resto de España. Decir que Eivissa es una isla sin ley es una exageración, pero sí es cierto que los delincuentes aquí parecen sentirse más a sus anchas que en otras latitudes.

Artículo publicado en el diario Última Hora Ibiza