Ahora que descubrimos que el inefable Matthias Kühn ha perpetrado una estrategia más ambiciosa en su cruzada colonizadora del islote de Tagomago, me viene a la memoria aquella idea extravagante del ex ministro Abel Matutes de hacer una encuesta ciudadana para que los pitiusos apoyen o rechacen sus proyectos empresariales. Al igual que Matutes en Sa Conillera, Kühn tiene la intención de sumar un hotelito de lujo al chiringuito vip y a la mansión que ya tiene en el islote. Se ubicaría en el faro, que es de titularidad pública.

Al final, al menos que nos hayamos enterado, aquella consulta nunca se llegó a producir, pero los proyectos de ambos alojamientos siguen su lenta pero firme travesía a través de la selva burocrática. La próxima parada será un despacho del Ministerio de Fomento, que es el competente en la gestión de los Puertos del Estado, de quien a su vez dependen los faros. Allí, un funcionario de alto rango, al que a buen seguro no le llegan los ecos de la bronca que tenemos montada en Ibiza, emitirá un informe al respecto y elevará el dossier a la instancia superior. De buenas a primeras, según ha matizado un portavoz de la Autoridad Portuaria balear, está prohibido instalar hoteles en los faros. Sin embargo, por razones de interés general, el Consejo de Ministros podría levantar la prohibición y permitir usos turísticos en estos edificios históricos, ahora infrautilizados.

A estos proyectos, según nos acabamos de enterar, les acompañan otros cuatro. Dos se disputan el faro de La Mola, para su transformación en hotel o museo, según quién sea el adjudicatario (un particular o el Consell de Formentera, respectivamente). Otro pretende instalar un hotel más en Es Botafoc y, por último, piden que el faro de Es Cap de Barbaria pueda reconvertirse en cafetería-restaurante (sus dimensiones no dan para suites). Al Estado, obviamente, no le queda otra que concederlos todos o ninguno. Lo contrario sería cuanto menos un desaire a dos empresarios muy próximos al partido que gobierna ¬–uno por vía directa y el otro por vía conyugal–, que aspiran a hacerse con los monumentos más problemáticos: los que se ubican en islotes protegidos.

Hace medio año, cuando se produjo la polémica de Sa Conillera, el presidente del Consell y Abel Matutes se enzarzaron en un debate indirecto, con cruce de declaraciones y cartas en la prensa, en el que Serra deslizaba que los intereses particulares no se someten a referéndum. Sin embargo, transcurrido este tiempo, la idea de la encuesta ciudadana resulta cuanto menos seductora; especialmente si el resultado fuera vinculante.

Puesto que los catalanes parece que van a disponer de su anhelada consulta popular, no estaría de más que nosotros también disfrutásemos de la nuestra. Además de si queremos hoteles en los faros de los islotes, se me ocurren un montón de preguntas complementarias: ¿Nos parece adecuado que alcaldes y concejales que saben de marketing lo que yo de natación sincronizada tengan competencias para aprobar campañas turísticas que afectan a toda la isla? ¿Aprobamos que se destinen los recursos de la justicia pitiusa a que concejales con peores modales que La Veneno defiendan su derecho a la “intimidad informática” en las salas de vistas? ¿Estamos de acuerdo en permitir que las playas sean declaradas zona de máximo ruido?

Puestos a seguir, podrían preguntarnos también por la idoneidad de los políticos que van a presentarse a las elecciones –aún a riesgo de quedarnos prácticamente sin candidatos–, por el TIL, por los beach clubs, por los horarios de las discotecas… Incluso podríamos ponernos en plan independentista, montar una bronca en serio y proponer una consulta para separarnos administrativamente de Mallorca, que siempre nos obliga a conformarnos con las sobras.

Como al final nadie va a pedirnos opinión, sólo cabe esperar que estos proyectos disparatados de abrir hoteles en islotes protegidos no lleguen a ninguna parte y se limiten a lo habitual: generar una montaña de papeleo inútil y hacer que la gente pierda el tiempo. Lo contrario sería un escándalo y una afrenta a nuestras instituciones, que por una vez se han mostrado contrarias a esta cuestión.

Artículo publicado en las páginas de opinión de Diario de Ibiza