Hablando de esto y aquello, un conocido de Ibiza me explicó que sentía una profunda admiración por el creador de un exitoso y pionero beach club de la isla; uno de esos establecimientos que han transformado la orilla de una playa antes semidesconocida en una discoteca perpetua, sin fronteras ni tabiques. Esta persona sostenía una curiosa teoría: hay gente muy rica a la que el dinero le quema en las manos. Como tampoco quieren prenderle fuego, arrojarlo al cubo de la basura o regalárselo a un pobre, son especialmente sensibles a toda nueva fórmula que les ayude a hacer que desaparezca.

Siguiendo su razonamiento, este beach club ha inventado un vertedero mágico. Los millonarios de pocas luces –término aparentemente contradictorio que, sin embargo, define un género social abundante en el verano pitiuso– pueden echar a su interior el dinero que les sobra y aliviar, así, el ansia que les provoca esta imperiosa necesidad de volatilizarlo. En dicho local no es que haya un bidón dorado, donde los millonarios van arrojando fajos. El proceso es más sutil y basa su infalibilidad en alimentar el ego del incauto, que, a cambio de quemar metafóricamente sus billetes, obtiene una sensación de exclusividad al parecer muy placentera.

En vez de instalar un sumidero centelleante, decíamos, se subastan tumbonas de playa como si fueran la cama adoselada del Maharajá de Kapurthala, se sirve sushi de lubina de piscifactoría al precio del caviar de beluga y se despachan botellas de champán y licores varios por miles de euros la unidad. Todo ello aderezado de la suficiente parafernalia como para que se entere la playa al completo y en un ambiente de lujo informal, repleto de sirvientes, dj’s famosos, tipos musculados con pinganillo, una horda de concierge que suministran las sustancias que se vayan requiriendo y una cuadrilla de sonrientes muchachas de oficio indefinido. Al final, la jornada playera entre millonarios acaba convertida en una alegre yincana donde se compite por ver quién la tiene más grande y abultada (la cartera).

Los beneficios de dicho establecimiento son estratosféricos y han permitido acumular suficiente riqueza como para abrir nuevas sucursales y amortiguar los contratiempos que siempre genera esta necesidad de operar en la difusa frontera de lo legal y aquello que no lo es. Con independencia de la admiración, indiferencia o rechazo que a cada uno le produzca semejante modelo de negocio, la realidad es que su éxito parece incontestable y ha transformado por completo el sector turístico pitiuso.

El dilema radica en que la economía es como la parrilla televisiva. Cuando Gran Hermano o Masterchef tienen éxito, toda cadena quiere uno y la diversificación se esfuma por el sumidero. Resume lo que ha ocurrido en Ibiza. Una única máquina de quemar dinero genera unos molestias limitadas y hasta puede resultar original. Sin embargo, cuando todo el mundo decide copiar el modelo y una sucesión de chiringuitos, hoteles, apartamentos, sala de fiestas, supermercados, inmobiliarias, empresas de servicios, etcétera, deciden evolucionar al segmento del lujo, estén o no preparados, tenemos un problema.

La Ibiza del presente está completamente saturada de estos negocios. Los impulsan los propios ibicencos, pero también millonarios antaño veraneantes e inversores internacionales que, vista la orgía de dinero, han desembarcado por docenas y comprado propiedades y establecimientos, con cheques casi en blanco cuando ha sido necesario, para asegurarse su porción del pastel. La cruda realidad, sin embargo, es que el número de millonarios desfasados es limitado y, aunque algunos de estos establecimientos tienen éxito, otros muchos se estrellan. Hemos visto inaugurar a bombo y platillo distintos locales que han amanecido cerrados a la temporada siguiente.

El fenómeno no solo está provocando una inflación bestial a todos los niveles, sino que además atrae a una legión de grotescos buscavidas convencidos de que bajo nuestros adoquines hay oro en vez de arena de playa. Este festival del lujo, en consecuencia, ha acabado provocando una catarata de situaciones dramáticas muy difíciles de solucionar, como crisis de la vivienda, encarecimiento de los precios de innumerables productos básicos, creciente fuga de capitales a paraísos fiscales, desembarco de mafias, docenas de negocios dedicados al blanqueo y altas dosis de competencia desleal (taxis pirata, chárter ilegales, vendedores ambulantes, etcétera), por poner solo algunos ejemplos.

En la Ibiza de hoy, esta saturación de máquinas de quemar dinero ha acabado derivando en un enorme artilugio sin control que no solo se alimenta del dinero de los turistas adinerados sino también del nuestro. La expansión exacerbada del lujo comienza a parecer una plaga bíblica. Si la burbuja no estalla, acabará echando de la isla a los propios residentes.

3 Responses to “La máquina de quemar dinero”

  1. Buenas tardes señor Prats

    Como siempre, sus artículos destellan un cúmulo de estereotipos sin sentido y son repletos de informaciones falsas

    No se quienes son sus informadores pero va usted muy mal asesorado, si quiere información veraz y cierta, bastaría con contactar la fuente y preguntar

    Además podría usted acercarse y ver con sus ojos, ya que su imaginación supera cualquier realidad, en vez de suponer con arrogancia sin tener ningún conocimiento específico del tema, ya que por lo visto no sabe ni que es una franquicia y qual es su estructura, resulta penoso como llega a conclusiones sin averiguar que lo dice es cierto

    Es curioso, me han enviado este artículo clientes Ibicencos riéndose de su ignorancia sobre el tema, y con todo el respeto le digo que queda usted en ridiculo exponiendo ciertos temas siendo tan lejos de la realidad, creo que le sienta mejor escribir sobre temas más cercanos a sus experiencias, quedaría usted mucho mejor con sus lectores

    Por cierto, la vuelvo a invitar a ver lo que hacemos y como, y a explicarle un poco como funciona un modelo de negocio que además es sostenible con el ecosistema y los vecinos, le podría explicar también nuestras otras actividades y como funciona la expansión de la marca que queda muy lejos de lo que usted escribe sin conocimientos, pero ya se que prefiere llegar a conclusiones desde la percepción y la ignorancia

    Un saludo

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