En la Ibiza rural de antaño, poseer una parcela de regadío constituía el mayor privilegio imaginable. Las familias que podían cultivar un huerto junto a un manantial eran escasas y aprovechaban hasta el último palmo de terreno. El área más rica de la isla, desde el punto de vista hídrico, era y sigue siendo Es Broll de Buscastell. Alrededor de sesenta familias continúan aprovechando el agua que fluye a través de la acequia que construyeron los árabes en la Edad Media y la distribuyen según un calendario de rotaciones que existe desde tiempos inmemoriales.

Imaginemos que, en un futuro no muy lejano, del pozo artesiano de Buscastell manara agua infecta y salada. En poco tiempo, las cosechas morirían, la tierra se envenenaría y este paisaje único se alteraría y empobrecería hasta quedar irreconocible.

Sant Josep, aunque más modesto, también tenía su propio broll. Hoy, sin embargo, constituye la más lamentable metáfora del proceso de degradación que experimenta Ibiza a causa de la sobrepoblación, la obsolescencia de las infraestructuras y el inmovilismo e incapacidad histórica de las sucesivas administraciones para implantar soluciones.

Es broll de Sant Josep se llama Torrent d’es Berris. Desciende desde Benimussa hasta las proximidades de s’Arenest –donde se ubica el campo municipal de fútbol– y continúa hasta más allá del puente de la carretera de Porroig. A lo largo de este tramo se alinean una treintena de parcelas de regadío pertenecientes a otras tantas familias. La mayor parte de las verduras y hortalizas que se consumían en el pueblo procedían de allí y hasta hace pocos años los cultivos se mantenían inmaculados. Como en Buscastell, existe una red de acequias que conduce el agua que mana de las fuentes hasta los huertos y que se acumula en una sucesión de albercas. Lo más probable es que su origen también sea medieval, ya que aún se conservan los restos de un molino de agua, datado en ese periodo.

En es Torrent d’es Berris hoy corre más agua que nunca, pero es tan salina y ponzoñosa que ha arruinado parte de la tierra y arrasado el vergel. Un desastre al que nadie ha puesto freno, pese a las quejas de los afectados, y que se originó en 1999, cuando se instaló junto al torrente la depuradora del pueblo. Hace dos columnas hablábamos del informe del GEN-GOB que, con datos oficiales de la Agencia Balear del Agua (Abaqua), señalaba que de las diez depuradoras públicas de las Pitiüses, siete presentaban niveles deficientes de depuración. Entre ellas, la de Sant Josep.

Esta instalación vierte el agua supuestamente depurada a es Torrent d’es Berris, donde se mezcla con el caudal de las fuentes naturales, arrastrando trazos de fecales e insostenibles índices de salinidad. Según los afectados, ocurre así prácticamente desde el primer día y el resultado es que el ecosistema ya se ha transformado por completo. Un propietario explica que ahora, por ejemplo, ya no se escuchan ranas en las albercas, cuando antiguamente daban conciertos. En los primeros años, pese a la pestilencia que emanaba de la instalación, los vecinos confiaron en que el sustrato del torrente filtraría los residuos. Sin embargo, las plantas delicadas, como las judías, comenzaron a morir y luego les siguieron las más resistentes. De manera paulatina, se fueron abandonando las huertas y hoy sólo queda una en activo. Hay quien trata de mantener los viejos naranjos, mientras descubre cómo la tierra supura salobre sobre las raíces. Otros se ven obligados a acudir una vez a la semana para limpiar la densa capa de limo que el agua sucia acumula en la acequia. Es la única forma de evitar que rebose y acabe provocando graves destrozos en los bancales.

Resulta inaudito que a lo largo de todos estos años la situación se haya mantenido en los mismos índices de gravedad, sin que la empresa responsable (Abaqua), el Ayuntamiento u otra institución hayan movido un dedo. Sin embargo, no es más que otro ejemplo de la degradación ambiental que asola Ibiza desde multitud de frentes.

Estos días leemos que la desaladora de Santa Eulària, que ha costado 25 millones, seguirá acumulando telarañas y no se interconectará con las otras, llevando por fin agua decente a Sant Josep y otras poblaciones en estos tiempos de grave sequía. Mientras las distintas instituciones se culpan unas a otras, averiguamos también que la adjudicación de la depuradora de Vila, cuya estado ruinoso provoca continuos vertidos de heces en Talamanca, tampoco se llevará a término por la situación de interinidad del Gobierno central.

Hay días en que uno encuentra pocas razones para seguir mirando al futuro con optimismo.

Artículo publicado en las páginas de Opinión de Diario de Ibiza