La playa de Trou Basseux, en Isla Tortuga, ha acogido estos días el ‘II Congreso Internacional de Piratas, Corsarios y Saqueadores del Caribe’. El evento ha contado con la presencia de algunos de los más destacados truhanes del vigente panorama filibustero y también ha atraído a gacetilleros, curiosos y colectivos indígenas locales. Entre todos han abogado por tender puentes que garanticen la convivencia entre bucaneros y nativos, que en los últimos tiempos ha sufrido un severo desgaste.

Según ha denunciado el portavoz del Movimiento Ciudadano de Afectados por los Efectos Colaterales de la Actividad Corsaria, Tony Casacurta, en Isla Tortuga se respira un ambiente insostenible a causa de los excesos en los que incurre el colectivo pirata: “En cuanto avistan un jabeque enemigo, en lugar de esperar a que se aleje de la costa, se lanzan al abordaje o lo hunden a cañonazos frente al arrecife. No sólo incordian a la población, sino que provocan un serio deterioro en la fauna y el ecosistema marino. Incluso atacan de madrugada, pese a que las ordenanzas del Virrey prohíben taxativamente el uso de artillería pasada la medianoche. Detonaciones y bramidos de moribundos despiertan a todo quisque y nos impiden descansar como es menester. La avaricia les ciega y se pasan la legislación vigente por el forro de la badana”, ha declarado entre abucheos, justo antes de que un barbudo con parche en el ojo y pata de palo lo arrojara a los tiburones.

El Pirata Roberts, presidente de la Internacional Corsaria, ha tratado de contemporizar y se ha mostrado dispuesto a dar ejemplo y autoexigirse un mayor compromiso en el cumplimiento de los estatutos que regulan la piratería: “Es cierto que a causa del ron a alguno se le va la pinza, pero últimamente nos acusan de muchas cosas y nos meten a todos en el mismo saco. Nadie debería olvidar que la actividad corsaria genera miles de puestos de trabajo y diversifica la economía. Si no fuera por nosotros, ¿de qué vivirían estibadores, calafates, burdeles y enterradores?”, ha inquirido.

Fulgencio Caracortada, contramaestre de la temible balandra Victoria, ha tomado la palabra seguidamente para reclamar al Virrey “que reduzca los elevados tributos, ponga límites a la competencia desleal y sólo permita abordajes y asesinatos indiscriminados a las tripulaciones que surquen los mares bajo patente de corso. Hay que echar a contrabandistas, tratantes de blancas y demás bandidos especializados que ponen en peligro nuestra forma de vida. En caso contrario, provocaremos un daño irreparable a la ‘Marca Pirata’. ¡A la guillotina con los ilegales!”, ha exigido.

A continuación, ha subido al estrado el juez de paz de Maracaibo, Oswaldo Arteche, que ha demandado un mayor compromiso a las patronales de bucaneros: “Isla Tortuga no es un territorio sin ley, donde los piratas puedan campar a sus anchas. Aquí tenemos nuestras tradiciones e idiosincrasia, y hay que respetarlas. Hay sitio para todos, pero no se puede pisotear impunemente los derechos y el descanso de la población indígena”, ha advertido.

El prestigioso ingeniero militar de origen siciliano Vincenzo Trabucco, por su parte, ha anunciado un invento revolucionario. Según este armero, en Flandes ya existe una solución milagrosa que permitirá a los corsarios disparar docenas de cañones junto a la costa sin generar molestias al populacho. “Se trata de un artilugio que se acopla a la boca del cañón a modo de silenciador y que reduce casi en un 100% el impacto sonoro. Requiere de una inversión importante, pero la alternativa es retroceder a las estructuras navales de antaño y techar el receptáculo de los artilleros. Eso implicaría mantener al personal enclaustrado bajo cubierta, donde no puede contemplar el manto de estrellas o respirar la brisa marina, parte esencial de la vida del bucanero y de los placeres que esta entraña”.

El encuentro ha concluido con la intervención estelar de Sir Enrique Morgan, comandante en jefe de la flota filibustera que opera en aguas jamaicanas. Ha conminado al sector corsario a “no quedarnos rezagados, mantener alta la moral de la tropa y adoptar una estrategia innovadora, que nos permita encontrar nuevas fórmulas de esquilmar incautos y arramplar con lo ajeno. Ya nos lo advertía nuestro inolvidable líder y faro inextinguible del filibusterismo sin cuartel, el Capitán Barbanegra: Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”, ha apostillado entre hurras, vítores y salvas de arcabuces.

Artículo publicado en las páginas de Opinión de Diario de Ibiza