Es sorprendente que algunos acontecimientos que deberían tener una enorme repercusión en la sociedad pitiusa, acaben pasando desapercibidos. Hace poco más de un mes se hicieron públicos los resultados del informe PISA 2012, que mide el nivel de conocimiento de los alumnos de 15 y 16 años. Concluye que España se sitúa por debajo de la media europea, Balears es la tercera comunidad en el furgón de cola y las Pitiüses, a su vez, ocupan el último renglón del archipiélago, por detrás de Mallorca y Menorca.

En general, la educación de Eivissa y Formentera está a 10 puntos de distancia de la media balear en los tres ámbitos de estudio: matemáticas, comprensión lectora y ciencias. Representa una distancia abismal en relación a las regiones españolas con mejores ratios de educación. Los datos de este estudio son públicos y aparecen publicados en el portal del Institut d’Avaluació i Qualitat del Sistema Educatiu del Govern balear. Se obtuvieron mediante la realización de pruebas a 1.435 alumnos de la provincia, de los cuáles 224 (un 15,6%) eran pitiusos. La toma de datos, asimismo, se distribuyó de forma equitativa entre centros públicos y privados y alumnado masculino y femenino. 

Bajo mi punto de vista, esta lamentable noticia debería haber generado una respuesta inmediata e incluso furibunda por parte de las asociaciones de padres de alumnos, demandando una mayor calidad de la enseñanza para sus hijos. También de los profesores, exigiendo más recursos humanos y suficientes medios para mejorar su formación y reciclaje, y, cómo no, de nuestros políticos, habitualmente tan parlanchines y en esta ocasión extrañamente callados.

Desconozco la causa de este velo de silencio, pero, desde luego, no contribuye a mejorar la situación ni obliga a la sociedad a tomar conciencia de un hecho lamentable: el que nuestros escolares terminen su etapa formativa secundaria con una preparación descaradamente peor que la que reciben los jóvenes de la mayor parte de España.

Los estudiantes pitiusos y sus familias ya padecen, a causa de la insularidad, un agravio comparativo a la hora de estudiar una carrera universitaria o recibir determinada formación profesional. La mayor parte de estos estudios se realizan fuera de la isla y las familias se ven obligadas a hipotecarse. Para una pareja, mandar a estudiar fuera a dos hijos representa el mismo gasto que comprar una vivienda: Aviones, residencia, manutención… Además de las costosas matrículas, que es lo único que tienen que abonar las familias residentes en ciudades con campus universitarios.

Si a esta coyuntura se suman unos conocimientos inferiores, sólo podemos augurar un triste futuro profesional para los jóvenes de Eivissa y Formentera. Hay que insistir en lo sorpresivo de este silencio. El reto actual del sector educativo es frenar el TIL de Bauzá, que según buena parte del profesorado contribuirá a agravar el fracaso, ya que a los alumnos sólo les faltaba tener que estudiar matemáticas o ciencias en inglés. Antes de ser trilingües, habrá que saber multiplicar y dividir, disponer de los mínimos conocimientos científicos y ser capaces de interpretar un texto. Pero lo cortés no quita lo valiente. Hay que reconocer que padecemos una grave crisis educativa y que hay que buscar soluciones con urgencia, para que las generaciones de alumnos fracasados no se sucedan.

Artículo publicado en el diario Última Hora Ibiza