“La gente está cansada y muy frustrada con los políticos actuales. Hemos llegado a un punto en que la cuerda ya se ha roto”, decía ayer en este periódico Andrea Brea, una joven de 24 años que lidera en Eivissa una iniciativa nacional llamada Escaños en Blanco. Su objetivo es acumular votos para dejar sillas vacías en ayuntamientos y parlamentos, como recordatorio permanente del fiasco que siente el ciudadano hacia los partidos mayoritarios que gobiernan o ejercen en la oposición.

Andrea tiene razón en que la cuerda se ha roto. El clima de podredumbre y corrupción ha alcanzado tales cotas que la inmensa mayoría ha dejado de creer y sólo siente desesperanza y repulsión hacia la política. Cuando el gobernante aparece en televisión, se transforma en un marciano de otra galaxia que se expresa en un dialecto incomprensible y vacío. El ciudadano cambia de canal. Se marcha a la tertulia del corazón o al documental de insectos. Y si por un milagro se queda, experimenta una risa floja ante esas palabras grandilocuentes. El político parece monologuista. Hace chistes malos a costa del interés público. Aunque sólo le ríen las gracias los de su gremio. De tenerlo delante, en una habitación solitaria, el ciudadano le daría la espalda y le dejaría con la palabra en la boca. Como un monigote parlante al que se quita el volumen y poco a poco se vuelve transparente.

En todos los partidos, sobre todo en el ámbito local, hay buena gente; personas con conciencia social, honestidad y una mirada utópica. El virus hediondo que impregna su partido desde los cimientos aún no ha anulado su sentido del olfato ni les ha provocado esa ceguera selectiva que impide otear más allá de los muros de la sede institucional. También existe otro interesante perfil político, más complejo de identificar, al que podemos llamar “el honrado cínico”. Navega entre dos aguas, consciente de la infección y sus trampas, pero trata de salvarlas desde dentro, paso a paso, con una honestidad ajustada a las limitaciones de un escalafón de intereses y directrices.

Ante semejante panorama institucional, ciudadanos como Andrea buscan maneras pacíficas de construir algo positivo; una pequeña chispa que encienda la mecha del cambio, aunque sea un poco a ciegas. También surgen nuevos partidos cargados de buenas intenciones, como los Corsaris Democràtics de Ibiza, con gente conocida y respetada en sus filas, y la intención de presentar una alternativa a este clima irrespirable. Lástima partir de unas siglas irreales que lastran su credibilidad.

El enfado de Andrea está justificado, pero dejar sillas vacías no es la mejor alternativa. Constituyen un símbolo poderoso, pero los símbolos no combaten la injusticia ni los intereses espurios. Esas sillas deben ocuparlas personas comprometidas con las necesidades de los ciudadanos y no con las de los partidos. Tal vez ella, los corsarios y otros descontentos podrían concentrar sus pequeños escollos y erigir con ellos un territorio firme en forma de Plataforma Ciudadana. Buscar más alianzas, reclutar otros ciudadanos ejemplares, convencer para la causa a alguno de esos numerosos honestos y “honrados cínicos” de los partidos y plantearse en serio ser una alternativa de gobierno. En algunos lugares ya se ha hecho. ¿Por qué no en Eivissa?

Artículo publicado en el diario Última Hora Ibiza

6 Responses to “Hacer política sin partidos”

  1. Ya. ¿Y que hace el votante que no se siente representado por ninguno de los partidos que concurren a las elecciones?
    ¿Que representación tiene el voto en blanco?
    ¿Por qué todos los votos obtienen representación excepto los votos blanco y nulos?
    Si yo no deseo que me gobierne ninguno de los partidos que se presentan ¿Que hago? ¿Por qué me marginan?
    Yo no quiero una alternativa, yo quiero que mi voto cuente como los de el resto de ciudadanos y si no quiero que me represente ningún político de los que se presenta tengo tanto derecho como los demás a que mi voto en blanco cuente.
    En tanto la ley electoral no contemple el voto en blanco como representado Escaños en Blanco me parece la mejor opción (visto lo visto).

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  2. Las sillas vacias son símbolos poderosos, pero no solucionan nada, dice. Pues yo creo que si cambian algo: cambian el sentimiento de la gente de que no pueden hacer nada para combatir este desproposito de politica actual; hace ver a la gente que sí, que su voto si vale para algo; que la democracia está ahí para que los ciudadanos, con el voto, seamos los que de verdad mandemos en la eleccion de nuestros reprentantes. Que no cambiará nada? Supongo que depende de pas prisas; 30 años de desilusiones no se arreglan en unos dias. Y sí, cuando salga una opción de gobierno válida y que nos convezca, a por ella. Pero mientras tanto vamos a repartir un poco de democracia en las sillas de algunos

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  3. Al parecer muchas personas siguen sin desear que una gran parte de los ciudadanos siga en la invisibilidad, en el conformismo de la abstención, en la inutilidad del voto disconforme en blanco o nulo.
    Puedo estar de acuerdo en que los escaños vacíos no son la gran solución, la panacéa.
    Pero es indiscutible que resultan la mejor alternativa para los electores que ya no confían en un sistema estudiado para apartar al electorado crítico, condenado a elegir entre lo malo y lo peor.
    No importa. Esto es imparable. Algún día nos preguntaremos, Ud. incluido, como pudo la democracia sobrevivir sin los escaños vacíos como herramienta fiscalizadora y de empoderamiento ciudadano.

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  4. Creo que afirmar que no es la mejor alternativa no es lo mas correcto. Usted pensará que no es la mejor alternativa, pero es la que YO he elegido y en la que creo. Somos el partido de los NO representados.. por que tenemos que depositar nuestro voto en un partido si en los tiempos que estamos no confiamos en nadie ?

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  5. Los que creemos en las sillas vacías lo hacemos por dos aspectos fundamentales. 1 Porque somos demócratas y queremos participar en la democracia. El problema es que en su máxima expresión (elecciones) Nos sentimos huérfanos de ideas o personas a las que votar. Es por eso que queremos que nuestro descontento sea reconocido.
    2. Al reconocer el descontento puede pasar o bien que los partidos cambien, harto difícil. O que haya nuevos movimientos que al ver ese espacio surjan y comiencen a gobernar de una manera más justa. Política que podríamos llamar del bien común.
    Por esto señor Prats, yo sí creo en Escaños en Blanco.

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  6. Desde luego que yo no me siento representado por ninguna de las opciones políticas al uso. Y tampoco quiero tirar mi voto. Soy demócrata pero quiero que mi descontento se refleje en que no se llene el parlamento como siempre de políticos que a boca llena van a decir que representan a la mayoría cuando es mentira.

    Mi voto va a ir a Escaños en Blanco. Para taparles la boca.

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