La ambición desmedida y el ansia de hacer dinero por parte de algunos empresarios no conoce límites, al igual que su pintoresca creatividad para tratar de hacernos comulgar con ruedas de molino. Para estos personajes, engordar la cuenta de resultados está por encima de dinamitar la convivencia, herir el medio ambiente e incluso poner en peligro la economía turística de una zona determinada. Las protestas de los ciudadanos –que suelen descubrir estos abusos cuando ya han sido cocinados por completo–, a menudo sirven de poco. Esta semana, sin embargo, Eivissa ha sido la excepción que confirma la regla.

La sociedad Ibinvestur (Suministros Ibiza), vinculada al Grupo Empresas Matutes, pretendía reabrir la vieja cantera de S’Argentera, junto a la carretera de Sant Carles, con el objetivo de extraer losas ornamentales de piedra. La iniciativa, según concluyen los informes técnicos del Ayuntamiento de Santa Eulària y de un ingeniero de minas contratado por los vecinos, habría generado un enorme impacto en el entorno cuyas consecuencias ecológicas y estéticas padeceríamos durante décadas.

El proyecto, en cuanto se hizo público, se topó con la oposición frontal de los vecinos, que enseguida se movilizaron para recabar el apoyo del Consell y del consistorio afectado. Éste último incluso manifestó su rechazo de manera ejemplar, con el acuerdo de toda las fuerzas políticas, que además alertaron sin complejos de sus graves consecuencias.

La empresa, imagino que sorprendida por la virulenta oposición política, no esperó a que el Govern balear, que es el organismo competente, le denegara la licencia de explotación y anunció que retiraba el proyecto ante “el rechazo vecinal”. Habría sido interesante constatar el efecto de las protestas de no haber mediado un apoyo institucional sin fisuras. La situación generada tiene, además, una traducción significativa en relación a los equilibrios de poder político y empresarial que se proyectan sobre la isla.

El delirante informe de impacto medioambiental con que Ibinvestur ha defendido la licencia ha contribuido de manera flagrante a la exaltación colectiva. Aunque el ingeniero de minas consultado por los afectados señala que la explotación doblaría el tamaño actual de la cantera, la empresa asegura que su activación sería positiva para el entorno natural, ya que la piedra que se obtendría es de gran belleza y supondría un elemento estético muy atractivo en las construcciones donde se utilizara. ¿Cabe mayor dosis de cinismo?

Este documento también habla de una actividad que generaría las mínimas molestias a los vecinos. Olvida los ruidos espantosos propios de la canteras de piedra, el tráfico constante de camiones, las nubes de polvo que ahogarían el entorno y el hecho de que más de 400 viviendas se sitúan en un radio de un kilómetro.

Para rizar el rizo, se refiere además al impacto positivo que tendría en la economía local, al generar tres puestos de trabajo directos. No se acuerda de los efectos colaterales que la explotación tendría sobre los numerosos restaurantes, comercios y agroturismos de la zona, al tiempo que minimiza la importancia de la flora y fauna, una omisión manifiesta en contraste con el informe del ayuntamiento, que hace inventario de distintas especies protegidas.

Algunos sucesos devuelven la fe en el poder de la opinión pública frente a los abusos en pro de intereses particulares.

Artículo publicado en el diario Última Hora Ibiza